Se podría hablar con este título de la conjunción entre dos planetas –ésta sí-, entre Camarón de la Isla y el hijo del Estrecho de Gibraltar sobre cuya personalidad artística acaba de celebrarse el mejor encuentro habido hasta la fecha, en la Bienal de Flamenco de Sevilla, comandado por Juan José Téllez, y al que han concurrido todos los artistas que tuvieron relación directa con el inmenso guitarrista de Algeciras, Paco de Lucía. Se fue el genio pero su hijo nos ha alargado su recuerdo en un documental: Paco de Lucía, La búsqueda. El autor inmortal de Entre dos aguas se eterniza desde el Estrecho.
Pero hay otro Estrecho de moda, es el que aparece en la película que ha lanzado a un futuro estrellato a un sosias de un joven Paul Newman. El Niño ha sido la revelación cinematográfica de la temporada y Jesús Castro, el protagonista de Vejer de la Frontera es ya más que una promesa. Daniel Monzón, el director, ha puesto todas las salsas en la película: el puerto de Algeciras, Gibraltar, la policía corrupta y la que no lo es, la costa barbateña, el sugerente y temible Tánger, el narcotráfico…
No hay nada menos inventado en una película como esta con la fuerza dramática de un documental de realidades que espantan pero que están tan presentes como nosotros mismos. Hace sólo una semana un cargamento de armas ligeras ha sido aprehendido en el puerto de Algeciras con destino a Oriente Medio. En la costa romántica de Zahara una operación policial contra los narcos ha terminado con más de 50 detenciones.
Del Estrecho a La Isla. La Isla Mínima. La otra película que triunfa en los cines muestra la realidad social y política de las marismas del Guadalquivir en 1980. El director Alberto Rodríguez hace un trabajo excepcional para el renovado cine español y significa una aportación impresionante del cine andaluz. Fernando Villalón -el poeta del que Rafael Alberti decía algo tan sublime como que se arruinó porque quiso conseguir toros bravos con los ojos verdes- ha cantado como nadie esas marismas, esas “Yslas del Guadalquivir, ¡Donde se fueron los moros que no se quisieron ir!...”. La realidad de la película no es nada poética, es trágica y desgarradora, como lo fue la Transición política, ahora que los que no la vivieron dicen que todo pudo haberse hecho más fácil y tajantemente. El cine ha dejado todo en su sitio esta vez.
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