Ni está ni se le espera

Al Gobierno, que no está como no estuvo en estos tres últimos años, ya tampoco se le espera. Este jueves se cumplieron tres años desde la llegada al poder de Mariano Rajoy, aquel clavo ardiendo al que los españoles (entonces no existía el todopoderoso tipo de la coleta de Podemos) decidieron agarrar

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Al Gobierno, que no está como no estuvo en estos tres últimos años, ya tampoco se le espera. Este jueves se cumplieron tres años desde la llegada al poder de Mariano Rajoy, aquel clavo ardiendo al que los españoles (entonces no existía el todopoderoso tipo de la coleta de Podemos) decidieron agarrarse en 2011, creyendo que lo del paro estaría resuelto en un plis-plas. 11 millones de españoles votaron a Rajoy; se sumaron algunos cientos de miles de votos a ese altísimo suelo electoral que desde 2006 hizo que el PP siempre andara entre los 9 y 10 millones de seguidores en nuestro país. Hubo en 2011, así por tanto, quien se creyó la mentira del PP, si no es que hubo quien soñó con que nos devolvería a la ficción con alguna otra burbuja de riqueza fingida. Y los hubo, como desde 2006, quienes siguieron apoyando al PP creyendo aquel cuento de hadas de que las recetas económicas del éxito emanaban de este partido de derechas, ese partido que siempre defendió estar alejado de la corrupción, propia de la izquierda según siempre dijeron, para ahora desangrarse al haber quedado al descubierto cómo la corrupción estuvo siempre instalada en sus entrañas. El efecto: el PP ha perdido su suelo.

Rajoy no sólo fue tan malvado como para aprovechar la crisis para atacar a los más débiles; lo peor de todo  fue que no movió un sólo dedo porque no tenía programa. Fió todo su éxito al simple hecho de su llegada a Moncloa; pensó que tranquilizar a los voraces mercados con un gobierno muy de derechas bastaría. Y tuvo que esconder la cabeza como las avestruces por todo ello, pero también atenazado por los compromisos alcanzados con la ultraderecha, llámese Ley del Aborto o las miserias pactadas con los obispos de la Conferencia Episcopal. Decepcionó a muchos de los suyos, y borró del mapa la ilusión de aquellos otros muchos españoles que, aún en Primero de Democracia, pensaban (como siguen pensando hoy) que cualquier cara que sirviera para echar a la anterior era la solución a todos sus males y a los problemas del país.

Rajoy, un mal presidente por no poder controlar la corrupción en su partido y por dinamitar con su inacción la cohesión entre los españoles, es una víctima además de la ferocidad de sus votantes. Y es por este último planteamiento que me pregunto qué ocurriría al final de un hipotético gobierno de Podemos; cuando tampoco aparezcan las soluciones, ¿qué harán entonces los votantes? Y podemos estar seguros que no las habrá; el principal cuento, el de las rentas para todos, además de ser una farsa, sería un estoconazo mortal para una sociedad demasiado inmadura como para entender una medida de este tipo.

Esta semana hemos sabido que un tercio de los españoles son ‘seiscientoeuristas’ (lo ha contado El Mundo). Los listos del FMI y la OCDE siguen recetando la moderación salarial, dispuestos a convertir a España en un laboratorio de ensayos con los pobres. Los pequeños empresarios, víctimas como los curritos, tomaron la receta al pie de la letra; y resulta ahora que no hay manera de incentivar el consumo y la pescadilla de la pobreza que se muerde la cola nos ha metido en un bucle sin salida. Menos salario, menos consumo, menos ganancias, menos salarios... Y al final pagaremos por ir a trabajar.

Rajoy, también esta semana en El Mundo: “Ya podemos decir, sin temor a equivocarnos, que esta legislatura va a terminar mejor que como empezó”. Mentira. Pero atención que añade: “Con la misma perseverancia y la misma determinación de estos tres años seguiremos trabajando”. Vamos apañados. Queda un año; soñemos con el de la coleta. Fiascos vendrán.

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