Mesut Özil, la intermitencia de un genio

Mesut Özil es el genio, y la intermitencia es su punto débil. Mourinho anda intentando corregir dicho problema pero, mientras el luso quiere que adopte el ‘10’ incorpore maquinaria alemana, fiable y pesada, a su estilo de juego, nosotros seguiremos disfrutando de sus apariciones

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Mesut Özil es el genio, y la intermitencia es su punto débil. Mourinho anda intentando corregir dicho problema pero, mientras el luso quiere que adopte el ‘10’ incorpore maquinaria alemana, fiable y pesada, a su estilo de juego, nosotros seguiremos disfrutando de sus apariciones independientemente del número de las mismas.

Es cierto que lo primero que se te viene a la cabeza cuando sale a la palestra el nombre de Mesut Özil es que “es una pena que no juegue siempre al mismo nivel”. Pero, dejando el escepticismo de los que jugamos a ser entrenadores a un lado, creo que lo más inteligente es centrarse en lo que este espectacular futbolista aporta a este deporte.

Özil es la belleza en su máximo exponente. Sus movimientos y acciones van acompañados de una clase sólo a la altura de las mejores apuestas mundiales de siempre, de los que son capaces de hacer ‘algo diferente’ sobre un terreno de juego. Tiene la virtud de pararse cuando todos se aceleran y acelerar cuando nadie lo espera. Se asocia, llega, asiste y anota. Pero, sobre todo, da gusto verle jugar. Su estética en cada pase, cada control, cada gesto hace que valga la pena el haber pagado la entrada. Se nota que disfruta jugando a esto y haciendo disfrutar a ese público exigente al que deslumbra y desquicia por igual.

Se dudó de Zidane, de Guti y de Ronaldo, entre otros, pero todos son ídolos del madridismo, del fútbol español y del fútbol mundial. Y esta categoría sólo está reservada para unos elegidos. Para esos futbolistas que cuando salen al campo hacen que los aficionados se levanten cuando va a tocar el balón porque esperan lo máximo, lo mejor. Así es Mesut Özil. Cuando salta al césped saca a relucir todas sus características técnicas y físicas y cierra bocas al mismo ritmo que las puede volver a abrir otro día. Porque los genios son así. Tan excepcionales como irregulares. Sin esa irregularidad irían directos al Olimpo pero, ante la imposibilidad de que esto suceda, siguen siendo esos genios intermitentes que siempre responden en los momentos en los que se requiere de su grandeza.

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