El sexo de los libros

Orhan Pamuk: 'Estambul. Ciudad y recuerdos'

En este libro Pamuk cuenta la historia de su familia, habla de sus ideas sobre la religión y las costumbres; sobre los conflictos derivados del fanatismo...

Estambul fue la joya de la Sublime Puerta. En noviembre y diciembre de 1850 Flaubert estuvo allí dando de comer a las palomas de la mezquita de Bayaceto. Se alojó en el Hotel Justiniano. Anduvo todo el tiempo indagando sobre las putas turcas. Paseó de noche por el cementerio de Pera. Oyó contar la leyenda de la Iglesia Bulugli o de los peces, aquellos peces que resucitaron cuando los estaba friendo un marino que también era un resucitado. “La vista de un eunuco blanco causa una impresión desagradable, hablando nerviosamente, es un producto singular, no se le pueden quitar los ojos de encima; la vista de los eunucos negros nunca me causado nada parecido”, escribe el autor de Salambó.

El nombre de Constantino Kavafis también está asociado a Estambul. “Muchos admiradores suyos (de Kavafis) —dice José María Álvarez— le han adjudicado una ciudadanía alejandrina a mi parecer excesiva. Kavafis es mucho más un hombre de Estambul”.

El gran maestro de la melancolía estambulina es, sin embargo, el francés Pierre Loti, entre la compasión y la muerte, como testigo desolado del tiempo que pasa. ¿No se aburría Loti de tanta vida contemplativa, de tanta sensualidad enfermiza?

Estambul. Ciudad y recuerdos (Mondadori, 2006) es un libro de Orhan Pamuk bastante recomendable para todos aquellos interesados en esa metrópoli inabarcable, en ese Puerto de la Felicidad que, según la profecía helénica, llegará un día en que volverá a llamarse Constantinopla. Entonces será reanudada la misa en Santa Sofía que interrumpieron los jenízaros de Mehmet el Conquistador.

En este libro Pamuk cuenta la historia de su familia, habla de sus ideas sobre la religión y las costumbres; sobre los conflictos derivados del fanatismo, como los saqueos de los barrios de Ortaköy, Balikli, Samatya o Tener, habitados mayoritariamente por los rumíes (descendientes de los antiguos bizantinos); las persecuciones de cristianos; los asaltos a las viviendas de los ricos en Nisantasi; los golpes militares; las contradicciones entre el laicismo republicano y el Islam o los traumas de la modernización. En este libro se recogen las memorias de Ohram Pamuk hasta los veinte años. ¿Cuál es el significado oculto de esa amargura que, para el escritor, define a su ciudad natal? ¿Divagaciones superpuestas de literatos sedientos de experiencias exóticas? ¿Corrientes subterráneas que llegan desde un  pasado remoto? ¿La ceremonia en espiral de sus habitantes?

“Al contrario que en las ciudades occidentales que han formado parte de grandes imperios hundidos –afirma Orhan Pamuk– en Estambul los monumentos históricos no son cosas que se protejan como si estuvieran en un museo, que se expongan, ni de las que se presuma con orgullo. Simplemente, se vive entre ellos”. Es decir, es una ciudad que se vive desde la intuición directa del tiempo que fluye a través de un sueño retrospectivo de milenios; desde la imagen caleidoscópica que proyectan, ahora ya ficticia y trágicamente, los tres imperios de los que fue capital.

Por eso tal vez mi amigo José Lupiáñez dejó estos versos en un poema titulado ‘Desde la Torre Gálata’: Contempla allá esa luz / que hacia el poniente es sangre. /  Esa luz que parece inventarse la ciudad / en sus atardeceres. Distinta cada día, / contémplala desde aquí y mira cómo asciende / desde la urbe que la sueña, / mientras se van haciendo eternos los perfiles / de cúpulas y de minaretes.        

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