El sexo de los libros

Margarita Nelken y la condición social de la mujer en España

Sin embargo, el feminismo de Nelken nunca fue radical; consistió en un feminismo bastante \'sui generis\', muy centrado en los problemas socioeconómicos concretos que afectaban a la mujer.

  • Margarita Nelken

Imagen: Retrato de Margarita Nelken (1929) por Julio Romero de Torres.

 

Fue una mujer odiada ferozmente por las clases conservadoras en la España convulsa del primer tercio del siglo XX. La derecha española, siempre funesta, incivil y salvaje, veía  en Margarita Nelken una encarnación del Diablo.

Una familia de origen judeoalemán afincada en España. El segundo apellido de Margarita era Mansberger. Nelken Mansberger. Su ascendencia hebrea desagradaba especialmente a esos sectores ultramontanos que siempre han hecho gala de antisemitismo. Empeoraba aún más su imagen, pensaban los carcas. Los judíos habían crucificado a Cristo, que era judío pero, por lo visto, de casualidad.

Una niña precoz que publicó su primer artículo cuando sólo tenía quince años. Un texto sobre los frescos de Goya en San Antonio de la Florida. Apareció en la prestigiosa revista The Studio, de Londres.  

Con el tiempo se convertiría en una acreditada experta en la crítica de arte, dejando una amplia y meritoria producción en esta materia. Por ejemplo: Tres tipos de Virgen: Angélico, Rafael y Alonso Cano (1929); o sus monografías sobre artistas de México, donde se exilió tras la Guerra Civil: Carlos Orozco Romero (1959) y Carlos Mérida (1961), ambos pintores; o Ignacio Asúnsolo (1962), célebre escultor; o bien el libro titulado El expresionismo mexicano (1964). Más libros; numerosos ensayos; cientos y cientos de artículos. 

Había sido una figura política prominente durante la Segunda República. Diputada socialista del ala más radical del PSOE —el ala filocomunista— con una trayectoria muy similar a la de Julio Álvarez del Vayo. Un compromiso sincero y profundo con la causa obrera y con la causa feminista: precursora del movimiento por la emancipación de las mujeres en un país esencialmente atrasado e entumecido. Autora de una obra que hoy ha alcanzado, en su género, un valor histórico indudable: La condición social de la mujer en España (1919), que fue un escándalo entre la mal llamada gente de orden.

Punto de partida: la mujer es una construcción sociocultural que no tiene nada que ver con ningún espurio estado de naturaleza. La posición de sometimiento a la cual se ha visto reducida secularmente la mujer no es nada relacionado con una realidad natural, sino que se trata de un mito, como lo es, también, el factor del determinismo biológico y funcional con el que se pretende justificar el inevitable dominio del varón sobre la base de diferencias biosociológicas entre los sexos en lo relativo al temperamento, a la habilidad cognitiva y al rol desempeñado en la sociedad.

Sin embargo, el feminismo de Nelken nunca fue radical; consistió en un feminismo bastante sui generis, muy centrado en los problemas socioeconómicos concretos que afectaban a la mujer. De hecho, ese feminismo de primera hora se verá  convertido, más tarde, en un elemento apendicular del macroprograma político de la revolución socialista, que para Nelken era la revolución de Lenin y Stalin. El triunfo de esa revolución resolvería, positiva y automáticamente, todos los conflictos relacionados con la desigualdad entre hombres y mujeres, un planteamiento que era erróneo, como la experiencia histórica se encargó de demostrar. 

Cuestiones concretas a propósito de la mujer abordadas por Nelken: higiene, sexualidad, maternidad (a la que llegó a idealizar en exceso), divorcio, educación,  dependencia económica, leyes sobre el trabajo, influencia religiosa en la alienación de la mujer en lo referente a su cuerpo, etc. Y el expediente del derecho al voto, respecto al cual mostró una singular lucidez. Ella, al igual que Victoria Kent, no fue partidaria de conceder el voto a las mujeres en un contexto caracterizado por unas circunstancias muy específicas.

“Es indudable que, de intervenir nuestras mujeres en nuestra vida política, esta se inclinaría en seguida muy sensiblemente hacia el espíritu reaccionario, ya que aquí la mujer, en su inmensa mayoría, es, antes que cristiana, y hasta antes que religiosa, discípula sumisa de su confesor, que es, no lo olvidemos, su director” (La condición social…). 

Las derechas españolas estaban totalmente a favor de otorgar el voto a las mujeres porque, en aquella época de los años 30, eran conscientes de que la inmensa mayoría de ellas se encontraban bajo el estricto control del oscurantismo católico y que los curas ordenarían a sus feligresas votar a partidos antidemocráticos y antirrepublicanos. Como así ocurrió, dándose paso al Bienio Negro. El voto femenino —salvo en los casos de las intelectuales y un porcentaje de las asalariadas— estaba fiscalizado por el esposo, el padre o el sacerdote. Las mujeres eran víctimas de una manipulación milenaria ejercida por el patriarcado. Pero el tiunfo del derechismo en las elecciones de noviembre de 1933 no se debió al voto femenino, como pudo comprobarse cuando en 1936 el Frente Popular tuvo la mayoría de los sufragios.Tampoco se debió al abstencionsmo anarquista, puesto que éste sólo se dio entre sectores minoritarios de las clases populares. 

“La cuestión religiosa —escribe Nelken— es, debe ser, simplemente cuestión de conciencia. A nadie debe importar el sagrado de la conciencia ajena. Ahora bien: este lema con el cual ha poco definía admirablemente el Sr. Azaña el problema religioso en España no puede tomarse aquí actualmente sino como lema ‘masculino’: no hay una sola mujer española, católica practicante, (…) que no haya sido interrogada por su confesor acerca de sus ideas políticas y acerca de la inclinación que ha de darles y que ha de procurar dar a la de cuantos la rodean” (La mujer ante las Cortes Constituyentes, 1931).     

Pero la labor de Margarita Nelken en defensa de los derechos legítimos de la mujer es digna del mayor elogio, ya que abrió una vía de actuación que, con el tiempo (demasiado tiempo después, sobre todo en España), empezaría a dar ciertos frutos que, al día de hoy, pueden ser calificados de escasos y superficiales.    

 

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