El sexo de los libros

Kurt Vonnegut: 'Matadero Cinco' (The Slaughterhouse Five Effect)

Si Dios no existe, sobran los creyentes; si Dios no existe, sobran los ateos. Si Dios existe, igualmente sobran todos. Unos y otros son los criados de un fantasma que no es Dios y habita entre el ser y el no ser.

Sin excepciones; sin argumentos susceptibles de pacto o compromiso, adivináis ya ese futuro no cercano, no lejano —no halagüeño, no funesto— que, en virtud de la ingente acumulación de síntomas clasificados en órdenes y por categorías, así como de los elementos probatorios en cantidad más que suficiente, confirma la aniquilación y el sanseacabó de las interrogaciones ontológicas, aunque las forzadas apariencias todavía inciten, a causa de un extraviado mecanismo perceptivo, producto de un lamentable error biocósmico, a creer ilusoriamente lo contrario. 

Billy Pilgrim es el precario semihéroe de Matadero Cinco (Slaughterhouse Five, 1969), una novela, con todos los merecimientos legendaria, escrita por Kurt Vonnegut Jr. (1922-2007) como ejercicio didáctico y terapéutico, y también como homenaje póstumo a los 135.000 muertos ocasionados por el bombardeo de Dresde a cargo de la aviación aliada en 1945, libro que sigue siendo un serio aviso para navegantes.

Billy Pilgrim, el psicoprotagonista de esta aventure céleste, es capturado y conducido en un platillo volante al planeta Tralfamadore, situado a 826. 214. 240. 000.000.000 kilómetros de la Tierra, para ser sometido a un experimento científico.  En el viaje, los tralfamadorianos se comunican con Pilgrim por medio de un computador conectado a un artefacto parecido a un órgano electrónico con capacidad para producir los sonidos del habla terrestre, debido a que los habitantes del lejano y misterioso mundo usan la telepatía y carecen de cuerdas vocales.

Los alienígenas interpelan a Pilgrim.

“¿Tiene usted preguntas que hacernos, señor Pilgrim?”.

Billy va y dice: “¿Por qué yo?”. Es decir, Billy quiere saber por qué razón él es el imbécil elegido.

La respuesta que recibe es la siguiente: “Esa es una pregunta muy terrenal, señor Pilgrim. ¿Por qué usted? ¿Por qué nosotros? Simplemente porque este momento es. ¿Ha visto usted alguna vez insectos atrapados en ámbar?”.

Billy contesta afirmativamente.

“Bien, aquí estamos, señor Pilgrim —continúa el examinador—, atrapados en el ámbar de este momento. No hay ningún porqué”.

Billy empezaba a comprender que eso de que un instante viene después de otro no era más que una impresión ficticia, consecuencia directa de las graves anomalías de un organismo tan precario como el humano. Comprendió entonces que todos los instantes permanecen y pueden ser captados por un receptor convenientemente dotado de las cualidades sensitivas  necesarias. La bizantina cuestión del tiempo sirve, en este caso, para poder entender, en forma prospectiva, las funciones del no-pensamiento humano cuando se alcance al fin el estatus involutivo que transforme definitivamente al  hombre en un ente irreversiblemente desechable y en óptimas  condiciones para ser aniquilado biohistórica y escatológicamente.

Lo que vendrá después (si viene algo, como afirman los escépticos) será otra cosa, la concluyente otra cosa que ya ha desatado la angustia en los círculos de un humanismo oscurantista y primitivo; círculos que, a pesar de su imparable decrepitud, aún conservan no escasa influencia, exactamente como pasa con sus detractores,  que no son sino la imagen inocuamente invertida de aquéllos. Imagen por lo tanto dependiente y subsidiaria del modelo original en una identidad última de ausencia de  sentido.

Si Dios no existe, sobran los creyentes; si Dios no existe, sobran los ateos. Si Dios existe, igualmente sobran todos. Unos y otros son los criados de un fantasma que no es Dios y habita entre el ser y el no ser. Le vrai Dieu est un Dieu caché.     

Los agnósticos jamás han existido, así como la  síntesis amoral nunca conquistada, ni el impulso civilizador nunca triunfado, ni la frustración de los destinos multiétnicos ante el colapso total del universo-hombre y del universo-nadie

“Los terrestres son grandes narradores —siguió diciendo el oficial de Tralfamadore que llevaba la encuesta—; siempre están explicando por qué determinado acontecimiento ha sido estructurado de tal forma, o cómo puede alcanzarse o evitarse. Yo soy tralfamadoriano, y veo todo el tiempo de la misma forma que usted puede ver un paisaje de las Montañas Rocosas. Todo el tiempo es todo el tiempo. Nada cambia ni necesita advertencia o explicación. Simplemente es. Tome los momentos como lo que son, momentos, y pronto se dará cuenta de que todos somos, como he dicho anteriormente, insectos prisioneros en ámbar”.

Pilgrim entonces soltó una solemne majadería: “Eso me suena como si ustedes no creyeran en el libre albedrío”.       

  

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