La antinaturalidad, artificialidad y revanchismo con la que se fraguó el pacto tripartito de entonces, con el paso del tiempo, ha venido a dar la razón a los que sostuvimos que era una única oportunidad aprovechada, las que encontraron con la sencilla e inesperada aritmética electoral, más que un proyecto avalado por la consistencia y la creencia de que éste tendría vida y un mejor discurrir en un mandato que se diluye y defrauda.
El día a día ha desmontado un pacto de pantomima en temas, precisamente, de un calado y de un compromiso que adquirieron en materia social y progresista.
Los asuntos sociales, los que se iban a cambiar y a arreglar, se han topado con políticas y con actuaciones cuanto menos discutibles y reprobables.
Lejos de ello, el revés diario desnuda una política de inacción en la que se necesita de más retórica y de más tomas de decisiones coherentes para solventar problemas de los que se ahonda y se agravan sin remisión. Ante lo evidente y a falta de un coherente manejo de la situación, se resigna a un continuismo como el que le recuerda, ahora, Levantemos.
Eso en temas claves, en los mundanos, improvisación e intervención únicamente partidista, no relevante para la sociedad portuense. Hacer de la política el detalle y menospreciar lo verdaderamente crucial, les ha llevado a que los que suscribieron ese mal llamado pacto progresista y social pase a ser papel mojado. Este equipo de Gobierno ya no convence ni a los que lo encumbraron al poder.
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