Lo que queda del día

Trump, tan lejos, tan cerca

De momento ha captado la atención, pero no la aprobación, aunque sospecho que eso es algo que le importa un pimiento

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  • El rey de la pista -

Un día después de la toma de posesión de Donald Trump como presidente de los Estados Unidos solo cabe imitar al neoyorquino del chiste que cae al vacío desde un rascacielos: “So far, so good” (“hasta ahora, todo bien”). De hecho, puede ser la expresión que mejor defina las sensaciones deparadas por el discurso inaugural de su mandato: el trumpazo parece inminente, y no para él.

Con Trump, y sólo lleva 24 horas en el cargo, ocurre como con el personaje de Anguita en los guiñoles o con el de Pacheco en El pelotazo, al final ya no sabías distinguir al auténtico de la parodia; no me extraña que ande enfadado con Alec Baldwin, que prosigue sus soberbias imitaciones semanales en Saturday Night Live, pero ni siquiera a los guionistas del programa se les podría haber ocurrido la frase en la que asegura que si su yerno ha sido capaz de casarse con su hija, es capaz de arreglar lo de Siria.

Trump, tan lejos, tan cerca: ya saben que uno de los aspectos que nos diferencia del resto de los animales es que somos capaces de sufrir por cosas que no nos pasan a nosotros mismos... afortunadamente. Por eso mismo, resulta inevitable contener cierta angustia vital por lo que nos aguarda, convertido el hombre del flequillo ingobernable en desproporcionada y oronda mariposa capaz de condicionar con el aleteo de sus alas el futuro del mundo entero.

Por eso mismo, esa Siria con la que trivializa se nos atraviesa a diario con los retratos de los cadáveres escupidos por el mar -“bressol de vida, camins de somnis, pont de cultures ai,qui ho diria, ha estat el mar”; le volvió a cantar, ya desesperanzado, Serrat al Mediterráneo-, o con los de las colas de los refugiados sobre la nieve aguardando un plato caliente, o con los de los niños ateridos envueltos en mantas precarias y vestidos con ropas prestadas e impropias. Tan lejos, tan cerca.

Es lo que tiene la globalización a la que tipos como Trump pretenden plantar batalla con su “América, first”, que es como querer eliminar de golpe esa conectividad emocional que forma parte de nuestros propios genes: por muchos votantes que le hayan apoyado, será imposible que desconecte a los que no le votaron y a los que, desde lejos, asistimos expectantes, tan de cerca, a sus movimientos.

Supongo que llegará un momento en que alguien termine por meterlo en vereda, en que le pidan que deje de actuar como un adolescente consentido e irresponsable, a la par que como un populista, en que le hagan ver que cada aparición no tiene por qué ser un momento de gloria, en que hay poca cabida a lo memorable después de sustituir al primer presidente negro de la historia, y en que por mucho que insista en querer gobernar el país como una de sus empresas, ésta, en realidad, no es de su propiedad, por mucho que le legitimen unos votos que ahora mismo pretende equiparar a unas acciones: si es así, sólo cabe esperar que no rindan y se devalúen en el plazo de cuatro años. Insisto, aunque al lado del teléfono rojo y el maletín nuclear no sé cuál de los dos tiene más peligro, me daba más miedo Ronald Reagan, pero hasta la gestión de quien en el pasado solo fuera un actor mediocre antes de hacer carrera en política es recordada hoy día con elogios, y no creo que fuera suyo todo el mérito.

Pese a Trump, seguiremos viendo películas americanas, series americanas, late shows americanos, los Oscars, y seguiremos escuchando a grupos e intérpretes americanos, y leyendo a autores americanos, comics americanos, y alucinando con sus gimnastas, sus nadadores o con la NBA, y aguardando nuevos avances y descubrimientos desde la NASA o desde Sillycon Valley, desde Apple o desde Microsoft, y deseando poder pisar suelo americano para ver de cerca la Estatua de la Libertad o cruzar a pie el puente de Brooklyn, o asomarte al Cañón del Colorado, o recorrer la ruta 66, o visitar Graceland, o las cataratas del Niágara. Tan lejos, tan cerca.

Tal vez esa dependencia suponga una ventaja a su favor, tal vez le importe un pimiento. De momento ha captado la atención, pero no la aprobación, aunque eso sí que es seguro que le importará mucho menos que un pimiento.

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