En esta madrugada de Viernes Santo, el Patrón de Las Galeras reales estaba de aniversario. Se cumplían 450 años desde la fundación de la hermandad. Para ello, la Hermandad se había afanado en conseguir una restauración -obra de Miñarro- de la mejor calidad. Por eso, un poco después del alba, y tras una penitencia numerosa, las gaviotas del muelle pesquero estaban esperando para saludar al Nazareno. No era una madrugada más, era la madrugada del aniversario, era la madrugada de los nazarenos negros y rojos, morados y blanco rotos, poblando las calles de El Puerto. Los graznidos de las gaviotas rompieron el recogimiento de los fieles que no se quisieron perder esta estampa tan típica, a pesar del frío de la amanecida y del cielo cubierto… fue una madrugá triunfal.
Tras el Señor, la música de la Agrupación de Musical de Nuestra Señora de la Oliva de Vejer iba marcando el paso. Al llegar al muelle, el paso dirigido por Sergio Rivera y Jesús Mª García se giró hacia el río Guadalete, el río que no quiso olvidar a todos los marineros desaparecidos con un emocionado Padre Nuestro. Ofrendas florales y recogimiento, Marcha Real y sobriedad, reencuentro con el mar.
Especialmente sentido el momento de María Santísima de los Dolores, acompañada de San Juan, en su discurrir por Cañas y Plaza del Castillo. La Filarmónica de Conil no dejaba de sonar tras el Palio –guiado por Francisco y Victoriano Jarén- hasta su llegada a la Plaza de España que, como cada año, esperaba sin sitio para siquiera un alfiler, la entrada de la Señora. Ya había pasado el medio día, pero las gaviotas aun miraban Palacios arriba cómo los portuenses despedían la madrugá del Viernes Santo.
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