El pobrecito hablador

Carbón

Felicitar el año nuevo le cuesta a Rajoy más que sacarse el título de registrador de la propiedad

Me gusta oír el chillerío de los niños cada mañana del seis de enero, destrozando papeles de regalo, estrenando sus bicis por los pasillos, jugando con la caja  de cartón en lugar de disfrutar del muñeco que venía dentro. Pero, como de todo tiene que haber como en botica, sus majestades de Oriente han dejado a la minería asturiana sin un trocito de hulla que llevarse a la boca. Porque le han traído un saco a nuestro presidente, tan anclado en el pasado y de tan hábil discurso que hasta felicitar el año nuevo le cuesta más que sacarse el título de registrador de la propiedad, errando el año de palabra, el siglo con sus obras. A Chiquetete le han dejado un puñadito, por ser tan imbécil como para cargarse la ilusión de un montón de niños sin tener que ser transexual, rapera ni nada por el estilo. Solo le ha bastado ser él mismo.  Gilipollas. Otro al concejal de Cuenca que afirma que los que duermen en cajeros lo hacen porque quieren. Normal, un día te apetece un banco del parque, otro una suite del Ritz. Caprichosos. Para los descerebrados que ven peligro mortal en un oso de peluche, sea quien sea quien vaya dentro, un par de volquetes. Hay que respetar las tradiciones, como las respetan los grandes almacenes, las empresas de telefonía, los toreros en Vespa y la banda de cornetas y tambores del cuerpo de Bomberos. Los repartirán con los que amenazan a los que son distintos a ellos, con los cerriles que desean la muerte al que no se ajusta a sus estrechas mentes. Aún les quedaba carbón en sus mágicas alforjas para esas eléctricas que suben la tarifa de la luz cuando llueve, cuando no, con frío, con calor, o, básicamente, por que se lo permiten, para los que siguen teniendo la mano larga y deshonran a sus madres por haberles traído al mundo, para los que pagan más o menos en función de lo que cada cual esconda entre sus ingles, para los que dan lecciones de limpieza y no ven la podredumbre que aloja su partido, para los que ven en la libre opinión el mayor de los males. A mí también me dejaron un pequeño saco. Será por ser rojo y republicano. No os perdonaré jamás, Melchor, Gaspar y Baltasar. Jamás.

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