El pobrecito hablador

Orgullo

que un hombre y una mujer heterosexuales pueden hacer de una casa un infierno

Nos encantan las etiquetas; no hay objeto, acción o persona a la que no le colguemos una, para de esa manera tenerlos categorizados, cada uno en su cajoncito correspondiente. Y ay de aquel que se salga de las reglas establecidas.

Por eso los hay que se escandalizan cuando ven a dos señores con barba cogidos de la mano o a dos chicas expresando su amor a beso partido. Porque se les escapan de sus casilleros cuadriculados, rígidos e inamovibles, porque van “contra natura”, porque son enfermos, viciosos y depravados. En caso necesario, esas son las etiquetas que les cuelgan.

A mí, como hetero, me abochornan los que, desde su heterosexualidad militante, no entienden que exista un día del Orgullo Gay. Quizás habría que explicarles que a nosotros nunca nos han fusilado o detenido por nuestra condición sexual. Tampoco hemos sido apaleados en la calle, perseguidos por descerebrados, apartados de sus puestos de trabajo, tratados como leprosos, injuriados por curas y obispos. No nos han insultado en el colegio ni amordazado para que no expresemos nuestra condición por el “daño” a la marca, al equipo deportivo, a la organización, al partido.

Sería necesario hacerles entender que el amor y el deseo sexual son sentimientos que nacen en un lugar más profundo del que donde anida la conciencia. Y sobre ellos no se puede gobernar, ponerle puertas, barreras, leyes o normas. Que una naranja y una pera no son dos naranjas, pero los hay que prefieren la macedonia.

Alguien tendría que meterles en la mollera que dos hombres pueden criar un hijo en una familia llena de amor, y que un hombre y una mujer heterosexuales pueden hacer de una casa un infierno. Que es muy fácil señalar a los gays desde un púlpito, y luego arremangarse las sotanas delante de menores en la intimidad. Que tu sexo no te lo dicta lo que tengas entre las piernas, sino lo que nace de tu ser más interno. Y que el mundo no es blanco o negro, sino que está pintado con un amplio arco iris de diversidad.

Como diría el emérito, hoy me llenáis de orgullo y satisfacción vosotros, gays, lesbianas, transexuales, intersexuales. Porque todos los que luchan por sus derechos merecen mi más profundo respeto. Aprended, heterosexuales del mundo.

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