El ojo de la aguja

¿Salvar la fresa?

Lo cierto es que en nuestro entorno territorial de la provincia afloran síntomas, aunque temporeros, de trabajo, pero eso sí, trabajos precarios

Publicado: 19/03/2018 ·
11:39
· Actualizado: 19/03/2018 · 11:39
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Autor

Juan Bautista Mojarro

Mojarro es un veterano articulista onubense, escritor y poeta. Ha trabajado y colaborado con casi todos los diarios onubenses

El ojo de la aguja

Un viaje por el pasado de Huelva, sus barrios, sus personajes ilustres y anécdotas, además de sus reflexiones sobre el devenir de la sociedad

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Manos de afuera llegan a Moguer y en su plaza ‘Grande’, como yo la llamo, donde los rayos solares del alba pasan con su color cristalino con la blancura única de esta tierra universal,  parece que estás en la Quinta Avenida neoyorquina. No sé cuantos acentos extranjeros por tu lado se cruzan, como también ocurre en Palos, Lepe, etc. Inmigrantes polacos, rumanos, senegaleses, nigerianos, marroquíes… que vienen desde sus lejanías para trabajar la fresa. 

Y ahora, resulta que los empresarios de este ramo agrícola, que ya tienen su nombre en España y en el mundo ganado, recurren al hermano vecino de Marruecos y acuerdan en lista el contrato de nueve mil mujeres marroquíes para estas labores, como adelantó  Viva Huelva. Tal vez  por la experiencia de las mismas en este cometido agrícola, por trabajadoras, y como no, por mano laboral más barata.

Lo cierto es que en nuestro entorno territorial de la provincia afloran síntomas, aunque temporeros, de trabajo, pero eso sí, trabajos precarios que ofrecen dudas por estos motivos que señalamos, y recurriendo al refranero seguro que los hay que se preguntan: “Me va costar más el collar que el perro”, pero también es muy cierto que cuando las necesidades priorizan, aunque algunos se sientan “engañados”, se tiene uno que agarrar a un clavo ardiendo. Bien es verdad que de cualquier manera se tiene que salvar al ‘Oro rojo’, su verdadera prestancia como fruto incuestionable, de bien ganada fama en el mundo y en el tiempo. Si tienen que venir a Huelva nueve mil  mujeres marroquíes, bienvenidas sean, pero eso sí, confiemos en que mientras se encuentren entre nosotros, durante su permanencia aquí en tanto y cuanto están realizando sus trabajos , tengan en ‘humanidades’ protegidos todos sus derechos como trabajadoras, desde lo que se suele llamar el habitáculo, el cobijo, hasta la propia dignidad como mujer en igualdad y como persona, porque uno se pone en la piel de ellas que abandonan sus hogares, hijos, su tierra, para el sustento duro de la supervivencia, para llevar también el pan a su descendencia.

Ya poblaciones como Moguer, Palos, Lepe, etc., tienen un bien ganado terreno de años difíciles en este sentido que, sin duda alguna, han superado con creces mejorando en los distintos frentes la llegada de los temporeros.

Sí, todos entendemos que hay que salvar la fresa,  algo tan natural y valioso que ofrece nuestra tierra, para que no nos quiten el puesto ganado, y para que el ‘oro rojo’ continúe siendo el punto de arranque de otros quehaceres que necesitan el despertar en Huelva y la provincia.

 

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