El ojo de la aguja

¿Qué hacer con los viejos?

Sí, políticos y economistas, no dejen de hacer números y clarifíquenlos con equidad, sumen y resten, quiten y pongan desde este apartado tan olvidado

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Hace muy poco una imagen televisiva del presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, nos hizo reflexionar por su efecto inusual, humano y filosofal, al reunirse Trump en la Casa Blanca con los jefes, patriarcas y hechiceros más viejos de las muchas reservas tribales que existen en EEUU. Y es que cuando la Segunda Guerra Mundial los indios -llámense cheroques, apaches, navajos,  mohicanos, etc.- jugaron un papel importante como espías americanos, ya que con sus lenguajes y dialectos infrecuentes y nativos, en clave indígena, nunca llegaron a ser descifrados por el bando enemigo. Y todo esto viene a cuento de la actual situación de los viejos en España, frente al fantasma de las pensiones que sobrevuela como un buitre sobre la Tercera Edad. ¿Qué se va hacer con los viejos cuando se acaben las pensiones en nuestro país? Los viejos en nuestra piel de toro, cada uno en el ámbito que haya recorrido en sus edades, sostienen una sabiduría especial, esquinada y nunca contrastada, siempre forzada al peor de los silencios, desde sus diferentes situaciones sociales y personales hasta llegar en muchos casos a la marginación, el abandono y el hambre. Decía Eugene Ionesco, y no me cansaré de repetirlo, porque el creador del teatro de lo absurdo llegó a una vejez doliente y de qué manera: “No se sabe los que es la vejez hasta que no se llega a viejo”. Sin embargo, hoy día una parte muy importante de los viejos en España están soportando su espíritu sobre el báculo del paso del tiempo de sus edades, pero también siguen siendo padres y abuelos. ¿Qué viejo no tiene hoy en casa a hijos con más de cuarenta años con los que convive porque están en el paro? Y que además, también hacen de canguros de sus nietos, de los pequeños, porque a los nietos  que son mayores, y que denominan ahora ‘Nini’, también los alimentan. Personas mayores jubiladas, algunas con precarias pensiones. Por eso, economistas políticos, tómense la cosa en serio y no pasen página, sepan hacer los números en el capítulo alarmante de las pensiones que, televisivamente, tan solo se toca de manera fugaz, con la frustrada frialdad de los números, porque detrás de todo ello, existe una gran cantidad de españoles que no hacen nada, y que incluso una  mayoría generacional no figuran en ningún tipo de estadísticas. Ante este panorama del que se habla a hurtadilla pero que se elude dolorosamente  de manera oficial, si se acaban las pensiones cómo se va a tapar el inmenso socavón  de la hambruna que se asoma a nuestra sufrida piel de toro. Sí, políticos y economistas, no dejen de hacer números y clarifíquenlos con equidad, sumen y resten, quiten y pongan desde este apartado tan olvidado, porque es axiomático que no se puede matar el hambre.

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