El ojo de la aguja

Homicidio del ambiente

La proliferación de la industria, a pesar de sus intentos correctivos, se convierte en el bastión para superar todo tipo de crisis

Publicidad Ai Publicidad Ai

Que el ambiente que respiramos se halla en las puertas de su homicidio es una realidad tan axiomática que demás está todo lo que se hable y escriba en torno al asunto. A pesar de que lo estamos viendo, que lo tenemos encima, la pasividad oxidante del ser humano se encoge de hombros como en tantas y tantas cosas sin detenerse a pensar en la mayor y más aberrante enfermedad del planeta. No vamos a inventar la sopa de ajos con delatar la desproporcionada destrucción ambiental desde todos los frentes. Ya ha salido como noticia en todos los medios informativos, prensa, radio y televisión esquemáticamente, señalando en el mapa las provincias más contaminadas de nuestro país, entre las que no podía faltar Huelva, con la bandera ‘negra’, inamovible por ningún tipo de viento, como es la lacra de los fosfoyesos, que ya sacó a la palestra magníficamente nuestro compañero Eduardo Siles, pero como siempre, Huelva parece más el norte de Marruecos que el sur de España.

La proliferación de la industria, a pesar de sus intentos correctivos, se convierte en el bastión para superar todo tipo de crisis, desborda sus cauces normales en cuanto a su proporción y planteamientos siempre inevitables y nunca abortados por los esfuerzos estériles de las  innovaciones éticas y humanas que surgen de grupos y entidades con la finalidad de hallar un eje de salvación del Planeta. Existen  multitud de fuentes que propician el actual ecocidio (suicidio ecológico del medio ambiente). La reconversión del Amazonas es un hecho. Tala de árboles, proliferación turística de la zona. Por otro lado, el descomunal número de incendios sufrido en nuestro país durante el pasado verano, una desproporción tan alarmante que jamás hemos conocido.

Contaminación de las aguas, cada vez más afectadas por las susodichas inclemencias ambientales, que repercuten muy y mucho en la situación atmosférica que estamos soportando, con el soporte de sobrecargas de sustancias oxidantes, metales, basuras, plásticos y residuos que invaden los río, presas y pantanos, con la consabidas consecuencias  de miles de peces muertos y distintas faunas en periodos de extinción. Se olvida cuando pisamos dejar huella para el futuro del Planeta, que es lo que verdaderamente importa. Está ocurriendo todo de una manera silenciosa, simple, como si el entendimiento, el raciocinio y el instinto de vida, colectivo e individual, esté sujeto tan solo al instante que se vive, como embriagados por una droga permisiva consentidora del propio holocausto. Indiferencia generalizada que permite esta situación en la que lo humano se halla embarcado, el listo y torpe, el bueno y el malo, el poderoso y el marginado.

Es indudable que existe una fuerza superior común aceptada por el hombre, gestada por sabios y poderosos, pero también aceptada por las banalidades humanas que entran en el juego y que facilitan la opulencia, lo mundano, el hambre y las miserias. Homicidio ecológico del ambiente, que continúa su curso generacional, no sabemos hasta dónde,  pero que sin lugar a dudas cuenta con todos los ingredientes de una serie de enigmas cuyo factor principal es el hombre.

Envía tu noticia a: participa@andaluciainformacion.es

TE RECOMENDAMOS

ÚNETE A NUESTRO BOLETÍN