El ojo de la aguja

La farmacología y el Tinto

Es en el siglo XIII cuando se empiezan a recopilar todos los libros científicos griegos y de la ciencia egipcia

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Es en el siglo XIII cuando se empiezan a recopilar todos los libros científicos griegos y de la ciencia egipcia, no solo de medicina y farmacología, sino también de matemáticas y filosofía. Es precisamente en árabe cuando llega el primer libro  griego  a España, ‘Dioscorides’, obra de un botánico griego del siglo I antes de Cristo.

No obstante, fue en el siglo XVI cuando se avanza  de manera considerable en este terreno,  como consecuencia de los grandes descubrimientos acaecidos en la Península Ibérica a través de navegantes y descubridores. Sevilla es la receptora de la evolución de la farmacología, porque a  la ciudad hispalense llegan todas las clases de hierbas diferentes a las autóctonas nuestras.

En este sentido, Huelva aporta un documento valiosísimo, ya que en este siglo todo el concepto de la minería entra de lleno a formar parte de su lógica en la farmacia, al atribuírsele a los minerales sus propiedades curativas. Es cuando en este siglo se comienzan a utilizar los sulfatos procedentes de las minas de Riotinto. Ya, en el ‘Lapidario’, libro que describe poéticamente las cualidades curativas de los minerales, se hace mención de estas cualidades sanadoras halladas en múltiples minerales, y en especial de los sulfatos y los sulfuros del río Tinto.

En el año 1649, una gran epidemia de peste asola a Andalucía. Sevilla perdió dos tercios de la población; la misma epidemia tuvo sus devastadores efectos en Almonte, y como consecuencia surgió la gran devoción a la Virgen del Rocío. Se amuralló Almonte, que tan solo quedó con dos puertas de entrada a la villa y una guardia para evitar el contagio, y al mismo tiempo se realizaban grandes hogueras de romero y almoraduj.natural’, del autor Hernando del Castillo.

En Huelva, los fallecidos por la peste fueron, en su mayoría, enterrados en la isla Saltés, y es que durante la permanencia de la enfermedad de la peste no se contaba con un médico farmacéutico de renombre,  pero en Trigueros residía un médico de la Real Armada y también de la villa, Francisco Gonzálvez, que compuso la siguiente receta para combatir la peste: píldoras con polvos de madreperlas, trozos de cangrejos, asta de ciervo y piedra de foame.

Y es precisamente en este siglo cuando Huelva también cuenta con una significativa aportación a la ciencia farmacológica. Un médico de Aracena realiza unos estudios y los envía a la sociedad Médica de Sevilla con la autorización de Fernando VI y Carlos III, ya que el referido estudio trataba sobre las aguas del río Tinto y sus ineludibles propiedades curativas, de las que también se había interesado el embajador de Suecia en España por los asegurados baños milagrosos de sus aguas.

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