El ojo de la aguja

Los sones del otoño

Caliente es la vida, lo gélido es la parte contraria, es algo tan axiomático que no necesita demostración, define a la frase por sí sola

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Como si de un carnaval hecho eterno llega el otoño con tonalidades vespertinas, revestido de luces y sombras diferentes, como  un  pulso que no acaba o tal vez  un alto en el camino para continuar de nuevo. Hay un tópico que ya de por sí lo define en el lenguaje popular, “otoño caliente”.

Caliente es la vida, lo gélido es la parte contraria, es algo tan axiomático que no necesita demostración, define a la frase por sí sola. Los sones del otoño marcan con cruces un tiempo,  los días que limitan las hojas del almanaque del año pero de una manera bien distinta, como si se tratara de  un trozo de piel que nos limita  y se desprendiera de nuestro cuerpo dejándonos  al descubierto.

Te encuentras solo rodeado de viejos libros con más o menos orden, y a tu derecha miras por la ventana la caída de un atardecer  que se torna más blanco que azul, y se junta con la blancura de la pared de la vecina de enfrente, que delata atisbos de vida por lo abierto de sus ventanas. Movimiento de vida que alarga la visión.   

Los sones del otoño disponen de esa varita mágica en el tiempo que, en su punto de arranque, parece querer arreglarlo todo, de golpe y porrazo, para que todo siga girando igual aunque sea en contrasentido. Tiene el otoño ese concepto que nos hace pensar en el discurrir del tiempo, y se vislumbran unas prisas locas que diferencian la juventud de la vejez separados en espacio y tiempo,  el mismo que enmudece y nos conduce con lentitud insoslayable  hacia la recta final de la manera menor dolorosa posible.

Tiene este otoño loco que nos toca una aceleración impronta, como ya el Nobel Mario Vargas Llosa definió :“Están resucitando los viejos demonios”. Nos convertimos en pequeños mundos aleccionados por la conjunción de aconteceres negativos que cada vez más nos someten para perturbar el intelecto con tanto “bombardeo” de absurdos. Tiempo éste que olvidadizo con tanta carrera y etiquetas de banalidades por encima de  los valores humanos,  cuando afloran toda  clase de contradicciones creando en una gran mayoría de las personas tensiones, necesitadas de todo menester de soluciones, echando manos de cualquier status para aliviar de algún modo  los deseos frustrados, recurrimientos intelectuales,médicos, asociativos, amigables, sincerarse con uno mismo, verse una vez y otra para atar el más mínimo detalle que nos quiebra. Otros eligen  distintos caminos, ascéticos, alcohólicos, dolorosos dependientes que conducen al sufrimiento psíquico y físico, en suma, a la desazón en totalidades.  

“Viejos demonios”, que extienden sus tentáculos aumentando aún más el número de enigmas que no descifraremos por los comportamientos y la irracionalidad en los viales que cada vez se presentan más confusos e intransitables.

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