Que el Puerto de Huelva está tomando unas derivaciones de alto calado,no es ni mucho menos un tópico, y a ello me remito, algo que está destacando y mucho en la actitud visual de los ciudadanos onubense.
Tras el fallo del pacto portuario de Sevilla y Huelva en Majarabique, según palabras del presidente de la Zona Portuaria de Huelva, Javier Barrero nos confiesa que “nuestro puerto mueve miles de toneladas a Canarias”, y prosigue, “ en un año hemos pasado de once mil toneladas de contenedores a sesenta mil”.
Con estos flamantes datos el Puerto de Huelva alcanza una altísima relevancia, algo que viene a demostrar que lo de la terminal de Majarabique no ha sido un fracaso, todo lo contrario, si a ello se une paralelamente el alto alcance de destacadas mejoras en ferrocarril de mercancías, consiguiendo de esta manera la plataforma ferroviaria más moderna de España.
Huelva, la descubridora, olvidada y aislada en el pretérito, comienza a asomar la cabeza, es la Huelva que quedó para la historia en unificar el mundo, la que a través de nuevas singladuras comienza a despejar confines de tal manera que, en palabras de Javier Barrero, “hemos conseguido ser el puerto de referencia con Canarias”.
Todo ello pone en evidencia lo mucho que se tiene en Huelva cuando se habla del Atlántico, de la historia, en cada uno y en sus diferentes contextos, pero que siempre por intereses creados desde todas las vertientes, fueron ignorados.
La Huelva eternamente marinera de puntillas, calladamente, se extiende, porque es lugar tentador para grandes amplitudes que seguramente las futuras generaciones conocerán, muy a pesar de políticas erróneas y partidistas, a una ciudad mal tocada en sus atributos por las pseudoverdades que otros airean a los cuatro vientos guiados tan solo por beneficios propios, personales o territoriales.
Huelva se halla a la otra orilla del Atlántico. Si echamos manos del mapa y lo doblamos, Miami se encuentra con Huelva. Nuestro litoral, uno que presume de los pocos que posee de todo, playas que se mantienen con vida, diversidad de flora y de fauna, trescientas sesenta y cinco horas de sol, etc.
Por todo ello, soy de los que piensan a estas alturas que el Atlántico continuará siempre en disposición a esos caminos ingentes para las singladuras de otros horizontes más esperanzadores que cada vez más tentadores le abren las puertas a esta ciudad.
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