El ojo de la aguja

Los mosquitos

Allá donde se ofrecen las delicias de unas temperaturas agradables como en nuestro litoral costero, son los lugares más proclives donde suelen aparecer

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Como no teníamos bastante con el “diluvio” de fuego que se nos está presentando en los peldaños del solsticio de verano, aparece ya tímidamente en los atardeceres la presencia de los insoslayables visitantes del estío, los vampirescos mosquitos que, en muchos casos, impiden dejar las ventanas de las habitaciones abiertas para la entrada del ansiado frescor  de las noches.

Allá donde se ofrecen las delicias de unas temperaturas agradables como suele ser en nuestro envidiado y acantonado litoral costero, son los lugares más proclives donde suelen aparecer estos mosquitos que entran en la familia de los insectos dípteros y que en el menor de los casos transmiten diversas enfermedades como la del paludismo.

En nuestra zona, es el mosquito común el que pulula y que suele medir un centímetro, es extremadamente delgado y suele atacar al hombre, se cría en aguas estancadas, en nuestro caso, su hábitat suele ser en los sinuosos esteros de las Marismas del Odiel.

Cómo ya hemos indicado antes, su círculo de operaciones es en los plácidos atardeceres, cuando el veraneante saborea el refresco o cerveza con algún aderezo en restaurantes ubicados en zonas ajardinadas atraídos por el frescor. Y es allí precisamente donde el personal se da tortazos en el rostro y allá donde acuden volátiles.

En Punta Umbría, el restaurante de ese gran flamenco, artista y amigo Práxedes Rodríguez ‘El Choquero’, hostelero donde los haya, extiende su negocio al exterior con cómodos veladores que tiene ubicados en la zona ajardinada de la emblemática plaza 26 de Abril, pero claro, ‘El Choquero’, en cada velador, sitúa un bote ahuyentador de los mismos. Lo cierto es que estos inquisidores de la sangre, no solo humana, sino también de todo ser viviente que coja por medio, casos de canarios y aves de compañía, se convierten en los otros veraneantes de las playas.

Sabemos de antemano que las autoridades competentes todos los años realizan una labor encomiable en este sentido. No podemos obviar la que realiza la Excma. Diputación de Huelva, pero claro, por mucho que se haga nunca resulta bastante. En nuestro ir y venir a Punta Umbría, en torno a las marismas protegidas, hemos sido testigo de la fumigación de los esteros, sobremanera en las bajamares, personal con sus respectivos  ropajes y utensilios realizando estos trabajos cuando precisamente el mosquito comienza su estado larvario.

Lo dicho, la presencia del mosquito en los veranos en Huelva no es nueva, si no que se lo pregunten a mi cuñado, que es de Sevilla, y le hacen sus picaduras ronchones como medallones. Y ya se sabe, en casa, si no se tiene mosquitero, tortazos de allá para acá en cualquier parte del cuerpo, sobre las paredes, aunque lo más cercano es echar manos del spray.

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