El ojo de la aguja

El Dique

En la década de los cincuenta, era frecuente e ilusionante ver llegar a los barcos de las caballas en las puestas de sol hasta el Dique

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La desaparecida presencia de antaño del Dique, aparece su visión en la memoria como detenida en el tiempo. Tal denominación del Dique, con toda la razón del mundo, porque servía como de contención de las aguas que se desbordaban del río Odiel formando cauce hacia la ciudad. Se hallaba el Dique algo más allá del emblemático e histórico inmueble que fue escuela de ferroviarios, pegado junto a la estación de Sevilla.

La denominación a esta zona del Dique, como hemos apuntado más arriba, no solo llegaban las aguas del Odiel, sino también la presencia de los veleros dedicados a faenar las sardinas del alba y en los atardeceres, los barcos de las caballas. Y todo, porque en el Dique se hallaba ubicada la desaparecida Pescadería Vieja, y también los alineados saladeros de remitentes de pescados y mariscos como lo fueron los hermanos Mancha, uno de ellos, Ricardo, fue un valiente delantero del Onuba de aquellos tiempos, los  Chano, Paco Robles, Pelayo,  Paco Delgado, Lijo, Paco Díaz, tío carnal de Javier Díaz, ese gran pescadero y mejor persona del mercado de San Sebastián etc., saladeros situados en la misma avenida de hoy del antiguo edificio de Correos.

En la década de los cincuenta, era frecuente e ilusionante ver llegar a los barcos de las caballas en las puestas de sol hasta el Dique, el tráfago y el ajetreo de las cajas de caballas para su posterior puja y venta, como la  presencia del vendedor ambulante de las mismas con su carrillo de manos que utilizaban los albañiles con el preciado fruto de la mar, algunas vivitas y coleando, una estampa imperecedera, inconfundible de los años cincuenta de la Huelva lejana y rosa, pregonándolas por Huelva y las zonas de extrarradio.

Pues bien, la zona pescadera del Dique se convirtió en su día en la zona y epicentro más comercial y marinero de la Huelva de antaño, porque aquello de que los aguajes de la ría conformaban los aledaños de esta parte onubense. Aquí se hallaba  la pescadería vieja, rodeada de casuchas y chozas de madera en las que los hombres de la mar realizaban esa otra tarea oscura, oculta, la de los maestros rederos y la de los carpinteros de ribera.

Con el tiempo el Dique se hizo acaparador de movimiento y vida, surgieron los zampuzos y las tabernas, como El Quitasueños, que permanecía toda la noche abierto, primero por la madrugadora partida de los marineros, y en segundo lugar porque servía hasta el amanecer como encuentro de cantaores de flamenco y de jaranas de los “señoritos” de sus trasnocheos, que eran los que pagaban los cantes, así hasta el alba.

Luego más recientemente surgió la taberna con más visos de bar, El Siglo XX, y al final, la taberna del Alba, junto al desaparecido mercado del Carmen, con posterioridad un remozado bar. Se cantaba por aquellas fechas la siguiente letrilla /En el Alba me metí/y en el Alba bebí vino/ y del Alba no salí/ hasta que el alba no vino/.

Hoy la zona del Dique esta poblada de modernos e ingentes edificios que casi ocultan a la mudéjar estación de Sevilla, y al emblemático colegio de Ferroviarios.

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