El ojo de la aguja

Plenitud de primaveras

Plenitudes de primavera que viajeras golondrinas retornan a viejos nidos que en las paredes cuelgan, obra artesanal perfecta de sus ascendencias

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Plenitud de primaveras en las edades, en la abeja basculante que no sabe dónde posarse. Plenitud de primaveras que con el paso del tiempo sigue dejando huellas. Que florece la amapola que no vemos como antes, diálogos de agua en el barranco que no detiene su cauce, donde el arroyo agradece el canto de la mirla que alborota con sus alas en la orilla por las tardes.

Plenitud de primaveras que socorre el devenir de la sangre, que circula y que corre, que picando nos responde su presencia insoslayable. Plenitud en el azul y la luz.

Y cito  un poema rescatado de mi poemario inédito ‘Rosas del sentimiento’: Octava real/ Cuando el almendro florece/antes de la primavera/mi corazón se enternece/antes de verte mi bella/./Y si los pétalos caen/desbordados de pureza/mi corazón se deshace/cuando te veo hechicera./

Plenitudes de primavera que viajeras golondrinas retornan a viejos nidos que en las paredes cuelgan, obra artesanal perfecta de sus ascendencias. Presencia de los vencejos que en círculos viciosos gorgojean y dan vueltas, y vuelven a hacer sus nidos en azoteas, resquicios y tejas, más abajo de sus alegóricos y constantes vuelos que se hacen posesores de todos los espacios.

Plenitudes de primavera, en el azahar del naranjo, que perfuma nuestro respirar y precipita nuestro oxigenado aliento, que detiene el paso del caminante que no mira el reloj, porque su sangre altera.
Plenitudes de primavera en afanes de mejoras, de caras mejor puestas en futuros esperanzadores. Grandeza de plenitud en el agricultor porque pasa la plaza del pueblo, como contando las lozetas,  vacilante, como buey manso, con las cuentas hechas en el frutificar de la fresa.

Plenitud de primavera en el doliente, marginado o desahuciado, sin techos, ahora con el suyo en totalidades, y cubierto en las noches por los mantos de estrellas, a veces contándolas y otras, atrayéndolas con las miradas en un intento de tenerlas más cercas.

Plenitud de primavera en la mar y en la montaña con destellos de un brote de amor que sea la base única de un hombre nuevo, que los asesinatos y las guerras, les resulten un mal sueño del que son  felizmente despertados.

Plenitudes de primavera en la sonrisa amplia, indescifrable de un niño, al corretear saliendo de la puerta de la escuela con su carpeta. Corretear de todos, juntos, dando vueltas como el mejor regalo a sus padres que los esperan con la sonrisa maternal, nunca satisfecha. Plenitud de primaveras por encima de la gerontología que restablece la vejez con un soplo o suspiro en el anciano que apoyado en su báculo de barniz sigue haciendo caminos.

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