El ojo de la aguja

Juan Gil Zamora

A Juan se le habla y arropa todo lo que se le dice en armonías sublimes con el mayor de los secretos, en cordialidad, y también en generosas y abiertas manos

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Cuando la sencillez y la fe se cruzan con el don del silencio es encontrarse con Juan Gil Zamora, un onubense octogenario que fue el fundador y primer presidente  de la Hermandad de Emigrantes del Rocío.
Juan Gil Zamora fue uno de los miles de emigrantes  que se vieron obligados a salir de nuestro país  hacia tierras extranjeras, en su caso, a la ciudad alemana de Bocholt, en la que subraya: “Me tocó vivir muchas peripecias de dolor y de esperanzas”, según reza  en el libro de su biógrafo, el escritor, historiador y poeta Antonio Martínez Navarro. En esta ciudad, Juan Gil  Zamora, entregado a su condición de creyente e impulsado por la fe que le inculcó su familia como mariano, entendió desde la infancia que el camino más cercano para llegar al Supremo Hacedor no era otro que el de seguir y confiar como creyente “en mi devoción por la Virgen del Rocío”.

Allí, en Bocholt, como presidente, en su creencia religiosa, tomó la responsabilidad apostólica de señalizar el camino del alto y lejano peregrinaje de una colonia de españoles desperdigados por esta bella localidad teutona. En aquellas fechas, como recoge Martínez Navarro de Juan Gil, “los españoles emigrados nos teníamos que adaptar a la sociedad germana”, que al mismo tiempo aseguraba que “nos llevaban veinte años de adelanto con respeto a los españoles”.

Por tales motivos, Juan Gil, atraído por su fe mariana a la Virgen del Rocío, le ofreció sus rogativas a ésta  y aseguró que: “A través de ellas, creó la Casa de España en esta ciudad” y también, con el nombre de la Virgen del Rocío nació el Club Hispano Alemán.

En el libro de Antonio José Martínez Navarro, ‘Raíces de la Hermandad de Emigrantes, Juan Gil Zamora subraya: “ El amor supremo que le profesó a la Virgen del Rocío ha influido en todos los objetivos que me he propuesto en la vida”.

Es hoy día y Juan Gil Zamora, a pesar de sus años y también achaques, que supera con ejemplaridad, está al frente de la Sociedad Protectora de Animales y Plantas de Huelva, en la calle Nicolás Orta de la populosa barriada de Viaplana, sociedad sin ánimo de lucro.

Conversar con Juan Gil, la verdad es que se nos antoja todo un lujo y aprendizaje, porque como he indicado al principio de esta columna resulta encontrarse con la sencillez personificada y con el don del silencio. Juan Gil Zamora es el ejemplo más fehaciente  de este binomio.

A Juan se le habla y arropa todo lo que se le dice en armonías sublimes con el mayor de los secretos, en cordialidad, y también en generosas y abiertas manos. Toda una magnificencia para el espíritu.

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