El ojo de la aguja

El tiempo

El tiempo, que nos trae y que nos lleva, en el día y noche, con sigilo, en silencio. Tiempo como escribió Juan Ramón Jiménez en la luz adentro

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El tiempo, que nos trae y que nos lleva, en el día y noche, con sigilo, en silencio. Tiempo como escribió Juan Ramón Jiménez en la luz adentro. ¡Ay! Tiempo de ahora, tan indefinido en tu invisible caminar no sabemos adónde, ahora que cada vez confundes más al hombre, a pesar del conocimiento, tú sigues en esa constante que altera el planeta, y provocas en cada instante que sucede, sucesión de vida, recorrido corto o alargado, generacional para una continuidad cada vez más preocupada por tus decisiones que acontecen y que convierten a la naturaleza viva en un mar de incertidumbres.

Tiempo no visto sobre el planeta, pero sí el retrato de tus consecuencias, de tu inigualable pasar sin hacer caminos ni dejar huellas, tan solo el reflejo de aconteceres desastres naturales que se quedan para nosotros los humanos en memorias y fechas de  almanaques. Tiempo que pasa y que se mira desde todos los ángulos, sabedores, científicos, estudiosos, astrónomos, geofísicos, etc., que continúas marcando tu pauta, irreversible, en cada paso adelante, observando desde tu atalaya los desastres naturales, deshielo de la Antártida, la sequedad y la hambruna en África, las guerras en el mundo, que van en aumento.

Tiempo loco, como dice el ciudadano de a pie, que se acelera y se mueve en el planeta tierra sin control, sin esa estabilidad de antaño, que seguro hacia más posible la continuidad de la vida, y que ahora en la actualidad no hay un día que se parezca al otro.

Hoy sol, mañana lluvias torrenciales, que arrasan y destrozan todo lo que le sale al paso, con muertes por delante. Nevadas, donde hace más de cien años que no aparecían. La panza embarazada de los océanos con partos de cetáceos, tortugas y peces muertos. Desaparición de especies del mar. Volátiles de nuestros cielos, extinción de una naturaleza que se rebela y puede que a través de ese tiempo nuestro que aún nos sostiene pero sin saber adónde. A un pensador de nuestra tierra ya fallecido le oí decir en cierta ocasión: “Si algún día el progreso, el hombre, la ciencia, llegara a detener el tiempo, entonces estoy seguro que se sabría el motivo del hombre en el planeta tierra”.

Mientras tanto el ser humano generacionalmente se mantiene en esa idea difusa de los ciclos, y en parte consoladora, pero de manera razonable nada convincente. Habría que remontarse a los hechiceros antiguos de las tribus del Amazonas, y comparativamente, poner la balanza de sus conocimientos con los de ahora, que ya están sufriendo los primeros síntomas de este tiempo nuestro que nos toca vivir.
Y es que uno está por entender que esos grandes sabedores del devenir del planeta deben de ocultar algo, pero que guardan como encofrado silencio por no crear una  alarma global. Tiempo al tiempo.

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