El ojo de la aguja

El futuro que nos espera

El panorama nacional no es nada alentador.

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El panorama nacional desde el ángulo que se quiera mirar no es nada alentador. Y eso que soy de los que piensan que la diversidad es una fuente inagotable de todo. Diversidad de lenguas o dialectos, costumbres, tradiciones, creaciones, artes, cultura... Y ahora se pretende dar al traste con todo. Vean a Estados Unidos. Es el país más cosmopolita del mundo. En la diversidad está la riqueza, pero es una lástima que sólo sirva para llenar las alforjas de unos cuantos. Mientras que en el país, autonomía por autonomía, y que me demuestren lo contrario, se hallan como esos gorrioncillos en sus primeros vuelos con los picos abiertos en sus nidos ávidos del alimento.

Somos un país en el que disponemos de todo por ese sol que nos alumbra, tan envidiado por otros países, y como botón de muestra, España tras Estados Unidos es la nación que más turismo tuvo el pasado año en el mundo. Y es que el sol es sinónimo de riqueza. Alumbra el crecimiento de las plantas, de la fauna y de la flora, de los vientos, de las aguas, de los mares y de las piedras. Pero todo lo que estamos escribiendo se nos antoja como los inicios de un cuento de hadas. El incolume ministro Montoro, para echarse a reir, ha dicho que “este año será el más difícil para los españoles de los añops que se les vienen encima”.

Pero a mi que me lo cuenten, ¿cómo es posible que una nación como la nuestra esté en el siglo XXI pasando por desigualdades, paro, desahucios, proliferación de maltratos y violencia de género, abandonados o envejecidos sin las suficientes atenciones médicas?

La política, el arte que ya estamos conociendo todos e incluso los que menos la tenemos al alcance, sigue erre que erre en primera línea. Escucho a Miguel Ángel Revilla decir de los Estados Unidos que “¿cómo puede estar EEUU en manos de un tal Trump? Y afirmar que el planeta Tierra en lugar de durar 2.000 años más no llegaría a cien.

Por otra parte, a propósito de esa diversidad, ésta se hace trozos como una caja de dominó que al caerse de las manos sus fichas se dispersan por los suelos. Pues sí. Aquí en España la diversidad se rompe. Se quiebra. En lugar de buscar su lado positivo, que no es otro que sacar provecho de esa riqueza interior que anida en los adentros de cada uno de los distintos españoles, de raza, de dialectos, de costumbres, de modos de vida y de tratar de unificar ese templo de verdaderos entendimientos, que son los que conducen al triunfo de la posibilidad de un hombre nuevo que aleje para siempre la envidia, la discordia y el dolor. Todo se hace fácil cuando la humanidad se mira al espejo.

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