El ojo de la aguja

Estío

Río y mares, elípticos océanos que invitan a todo tipo de miradas hacia sus confines, apropiándose de las cargas negativas que sobrevuelan sobre las mentes

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Un año más y la presencia del estío planea con el viejo sol sobre el hemisferio, se gesta un fondo de liberación en una sociedad vituperada y oprimida, como una válvula de escape que, desde la mar hasta la montaña, el ser humano, cada cual con sus posibilidades, cada vez más exiguas, se deja llevar por esa escapada a veces a ciegas, como si fuese lo último que se vaya a realizar en la vida, “vamos a disfrutar hoy porque mañana no se sabe”.
Lo muy cierto es que el verano es sinónimo de movimiento, de vida, de cambios sustanciales en las personas y en las familias, un tráfago que los escolares celebran en mejor grado aquellos que han salido airosos de sus estudios, dejando gravados sobre los pupitres nombres de adolescentes amoríos, de bisoñas carintoñas en cortas edades que quedaron para esperanzadores cursos.
Río y mares, elípticos océanos que invitan a todo tipo de miradas hacia sus confines, apropiándose de las cargas negativas que sobrevuelan sobre las mentes, es una fuerza de liberación insoslayable, que impulsa al ser humano hacia adelante con la finalidad, eso dicen, de cargar las pilas, de reponer fuerzas, para luego entrar a formar parte de la “sociedad” de otra manera, no sabemos como. .
Llega el verano y ya se oye el afilador de todos los años pregonando su ofrecimiento de trabajo, tijeras y cuchillos,  calle abajo, y también el furtivo vendedor de sandias y melones, a un precio de cambio de manos, asequible, como debería de ser siempre.
Todo parece tan distinto pero no lo es,  el estío va marcando sus pautas, los hay que ven a esta estación como única, que no debería de acabar nunca, y tanto es así, que cuando llega el mes de septiembre, los rostros de las gentes configuran otros rasgos, distintas tonalidades, un halo no digo de tristeza pero si de fastidio, se generaliza, y no digamos de los chavales, sobre todo de aquellos que se las tienen que ver con las asignaturas pendientes.
Y es que el mes de septiembre es tajante, vuelve a poner a cada uno en su sitio, sin aspavientos, con espíritu de retorno a una realidad que parece que nos ha sacado de una ensoñación. De todas formas, recibamos al verano con los mejores auspicios y la mayor prudencia, que aquí no se acaba todo, hay que ir despacio en el discurrir de cada minuto, como decía Juan Ramón /Ve despacio, que el tiempo pase sobre ti como un buey manso/. 
Verano para disfrutarlo, y para que el mismo sirva para tratar de hacernos mejores en todos los sentidos de la vida, para que este mundo en el que habitamos tenga su verdadera razón de ser y no otra. La casa de la humanidad.

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