El ojo de la aguja

Aniversario de ‘El Buche’

Hicimos amistad, porque era un onubense que se hacía querer, fácil de palabra, y todo un compendio de la historia del flamenco que había vivido en sus propias carnes

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El pasado día veinticuatro se cumplió el aniversario del fallecimiento del emblemático cantaor onubense Manuel Limón de la Rosa ‘El Buche’, una pérdida dolida y sensible para el mundo del flamenco y para la Huelva del cante. Manolo Limón, para los más cercanos, era una persona humilde, sencilla, amigo de sus amigos, había nacido en el barrio de Las Colonias, junto a la desaparecida fábrica de harina, su infancia transcurrió en esta marinera zona de Huelva, alternado sus juegos de aquella época con los chiquillos de la barriada, pero el gusanillo del cante lo fue apartando de los mismos, ya que  su padre, también llamado Manolo era una gran aficionado y lo fue introduciendo en el flamenco.
Manolo Limón, nació en el año 1932, sus primeros pasos en el mundo del flamenco corrieron de la mano del cantaor onubense Paco Maestre, del barrio de Viaplana, donde aún se conserva su casa solariega, antigua, de planta baja, casi en ruinas, y sin un rótulo o señal recordatoria de un cantaor que supo dejar escuela.
Que duda cabe que Manolo Limón, al que conocí un día en la peña de Punta Umbría ya en su última etapa como profesional del cante, recuerdo que le hice una foto junto al entonces director de Odiel José Luis Jerez Manfredi y Juanito Valderrama que actuaba ese verano en el festival Rumbo al mar. A partir de aquí, hicimos amistad,  porque era un onubense que se hacía querer, fácil de palabra, y todo un compendio de la historia del flamenco que había vivido en sus propias carnes.
Le recuerdo muy temprano sus paseos por las playas de Punta Umbría convertido en un gran andarín, hasta llegar al espigón y vuelta hacia atrás, cuando despuntaba el sol en los amaneceres por El Rompido.
Manolo tuvo una trayectoria impresionante, meteórica en el mundo del flamenco, trabajo en Madrid en Torre Bermejas, junto a artistas de la talla de Los Canasteros, Diego León, Manolo Caracol, Gitanillo de Triana, Pastora Imperio, etc. actuó también en el Duende, el Corral de la Morería, codeándose con todos los grandes del flamenco de la época, bailaores, guitarristas, cantaores, aunque su cuartel general lo tenía en Sevilla, desde donde se desplazaba para actuar en el extranjero, Checoslovaquia, Alemania, Hungría, Holanda, Osaka, (Japón), donde estuvo diez años, allí aprendió a hablar el idioma pero nunca a escribirlo. En Japón le cantó a la bailaora japonesa Yoko Kasamuraba y en Nueva York actuó con Carmen Amaya.Entabló amistad con Mario Moreno Cantinflas.
Huelva le dedicó una calle con su nombre, recibió muchos homenajes en la última etapa de su vida, y la peña flamenca de Punta Umbría le dedicó el festival Rumbo al mar el pasado verano. Detrás de un gran hombre siempre hubo una gran mujer, Esperanza Morano del Toro, su esposa, gran pilar donde se apoyaba y que no lo olvida, así como sus hijos, Nuria y Javier.

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