El ojo de la aguja

Vencejos

Su presencia a cualquier tipo de visión nos resulta grata, y sus constantes silbidos obligan a levantar la mirada y a quedar por unos momentos fijados en sus constantes evoluciones volátiles

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Se presentan en la ciudad con sus vuelos anacrónicos, en la llegada de cada primavera, los hay quienes los confunden con las golondrinas, porque son casi de la misma especie. Llegan con la etiqueta de sus sibilantes idas y venidas en circulares vueltas, para luego meterse en las grietas y resquicios de los edificios y ampararse en sus nidos. Son los vencejos de todos los años que engalanan con sus existencia de vida los cielos de una gran parte de Huelva.
     Su presencia a cualquier tipo de visión nos resulta grata, y sus constantes silbidos obligan a levantar la mirada y a quedar por unos momentos fijados en sus constantes evoluciones volátiles. Los vencejos tienen el mismo carácter emigratorio que las golondrinas o las cigüeñas,  cada año retornan al mismo sitio, de tal modo que en nuestra ciudad, el lugar más poblado, ignoramos los motivos, es sin duda alguna el Barrio Obrero de Huelva, aunque también se hace muy notoria su presencia en la plaza Perlita de Huelva, de la barriada de Viaplana.
      Uno enlaza la presencia natural de estas especies de golondrinas con otra época y recuerdos de primaveras pretéritas, en la década de los sesenta, cuando mi estancia en la ciudad hispalense. No se me olvida aquella reserva de vencejos  que tenía Sevilla en el tan traído y llevado edificio ‘Presidente’ de la República Argentina; aquellas escenas no se me olvidan. A todas horas del día, en el abandonado edificio en construcción, los vencejos se convertían en un constante sibileo  de incesantes vuelos que llamaban la atención de todo viandante.
     Los vencejos ponen el contrapunto de cada día, desde los primeros destellos del alba, y marcan sus pautas, portada y contraportada de las horas que transcurren de vuelos sincronizados y circulares. Pronunciado despertar de entretejas,  con gorgojeos que silencian el piar de los primeros gorrioncillos. Sus dos momentos más significativos son, uno al amanecer, y el otro a la caída de la tarde. Señalados actos del vuelo de los vencejos y distintas formas en las idas y venidas del acontecer del día.Se presentan en la memoria aquellas estampas del instituto de La Rábida, cuando estudiante, en los entonces cabezos colindantes, sobre el vacío, aquellos chiquillos de otros juegos diferentes a los de ahora, cómo cogían vencejos con alargadas cañas trampadoras, siempre a la caída de la tarde, con una soga de corredera en la punta de la caña, cuando más consonantes eran sus vuelos.
      Vencejos de cada primavera, que ponen sus sones y arpegios  de anteluces de románticas y pasadas actitudes bajo el azul del cielo de Huelva.

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