El ojo de la aguja

Crispación

Es indudable que se intenta por todos los medios taponar desde las altas esferas con discursos basados en pseudoverdades, para a fuerza de los mismos continuar fortaleciendo el estado de la mentira como un arma indestructible

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El ambiente que se respira en la actual sociedad, por las calles y ciudades de nuestra piel de toro, qué duda cabe que aumenta en enteros el grado de crispación, ante los aconteceres que sucesivamente, nos sorprenden el día a día. Los rostros de los viandantes que se cruzan con las mismas, se van transformando paulatinamente, cada vez asistimos a un menor cruce de palabras entre conocidos que van y vienen, y las mismas todas van a parar al mismo sitio. No hay nadie que se libre,  ¿estamos todos pringados?
     Es indudable que se intenta por todos los medios taponar desde las altas esferas con discursos basados en pseudoverdades,  para a fuerza de los mismos continuar fortaleciendo el estado de la mentira como un arma indestructible, que prevalece y continua haciendo estragos creando ese estado de crispación individual y social, que acrecienta la indignación de la personas hasta límites insospechados, y que propician acciones dolorosas, increíblemente sufridoras, fuera de todo contexto, de tal modo que la sociedad en su conjunto se va quebrando perdiendo la credibilidad en todo, mantenida  por aquello de ‘a ver lo que nos depara este nuevo día’.
     Es una constante natividad pensando en un futuro ensoñador, que nos aleje de la actual situación en la que se halla inmersa la sociedad. Es un esforzarse por revivir, contra viento y marea, mientras que el ser humano gira descabelladamente hacia no sé dónde sometido a las estructuras de los placeres, ambiciones y egoísmos, sin mirar hacia atrás, ni hacia aquellos que, de una manera  u otra, están sufriendo en sus propias carnes, los desafueros de las injusticias, el dolor y las miserias.
     Tengo mis creencias en el hombre como ser humano que está en el planeta tierra para otro tipo de cometidos. Sé positivamente, y uno no es agorero ni pitoniso, que no hay mal que dure cien años. Que todo tiene su principio y todo su fin, por mucho que nos empeñemos en lo contrario.
     La irritación de la sociedad continúa su avance agigantado, y brota de mil maneras distintas contra todo aquello que envilece el estatus de cada persona, cuando son testigos de hechos deleznables que no son castigados, tapando bocas y ocultando de cualquiera de las maneras la realidad de los mismos.
      Recuerdo la gran movida que hubo a nivel nacional de los astilleros: La Bazán, Sevilla, Vigo, Huelva, etc. Entonces era presidente del gobierno Leopoldo Calvo Sotelo, y preguntado por la situación de esta gran movida,  un periodista, en rueda de prensa, supongo que sería cercano a Huelva, le preguntó: “¿Y qué me dice usted de los astilleros de Huelva?” El presidente contestó: “En Huelva nunca pasa nada”. La verdad es que la respuesta  estaba cargada de desconocimiento, pero lo muy cierto es que para mi fue un gran agravio.

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