El ojo de la aguja

El Pino de San Juan

La fiesta solía celebrarse durante varios días, y tenía su comienzo en los atardeceres, hasta altas horas de la madrugada. Consistía la misma, en bailar en torno al pino, de mozos y mozas, enlazados, cogidos de las manos,

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Con la cercanía de las fiestas de San Juan Bautista, no puedo eludir esa mirada hacia atrás de la adolescencia en mi discurrir por la localidad minera de Minas de Tharsis, tierra de mis ascendientes, fechas puntuales que quedaron siempre gravadas en la memoria y que de vez en vez aparecen de manera gratísima como una débil lucecilla.
        Tharsis, la arcana y milenaria, sujeta a los designios de sus raíces bíblicas, un año más, contra viento y marea, se dispone a celebrar de la mejor manera las fiestas de San Juan, de manera tradicional, sencilla y humilde, rindiéndole pleitesía a San Juan Bautista. Uno recuerda como antaño la fiesta consistía en clavar sobre el terreno un poste de madera que, posteriormente, era adornado de adelfas, ramajes y todo tipo de floresta, que los tharsileños y tharsileñas recogían bajando a los primeros bancos de la corta Filón Norte. Si la memoria no me falla, levantaban el pino en la calle del casino viejo, muy cerca donde primitivamente estaba la parada de Damas, junto a correos, también en el barrio del Coto, junto al campo de futbol de Santa Bárbara, donde juega el Atlético de Tharsis. y algún que otro más, que ahora la memoria no me sitúa.
        La fiesta solía celebrarse durante varios días, y tenía su comienzo en los atardeceres, hasta altas horas de la madrugada. Consistía la misma, en bailar en torno al pino, de mozos y mozas, enlazados, cogidos de las manos, cantando a su vez canciones sentenciosas, románticas, y alusivas a la devoción que Minas de Tharsis sentía por el Santo, la misma que se remonta a tiempos  inmemoriales. Durante vueltas y vueltas en torno al Pino de San Juan acompañadas como hemos dicho de los diferentes cantes, en el centro, junto al pino, siempre bailaba un mozo o una moza que, al final de cada cántico, hacia salir del corro al siguiente que debería bailar en solitario. Canciones del pueblo y para el pueblo en una fiesta que se identifica con otras de parecida identidad que se celebran en el resto de la comarca del Andévalo, como son las del Pirulito o pino de San Juan, de Villanueva de los Castillejos, que contempla en su libro Artículos, el doctor y gran maestro del periodismo, ya desaparecido, Ernesto Feria Jaldón, una identidad que también vemos reflejada en los cascabeleros de Alosno, la danza de las espadas en Puebla de Guzmán, la de los Pañuelos, en Paymogo, o el baile de la Folia de la romería de San Benito del Cerro del Andévalo. Cancioncillas que uno recuerda y transcribo: De San Juan quiero la Palma/de San Francisco el cordón/de Santa Rita la espina/de mi amante el corazón; o esta otra que dice: San Juan y San Pedro me valgan/San Francisco y San Antonio/aquel que nombre primero/me tiene robado el alma/y el corazón prisionero; y para finalizar, una letra de las más pegadizas:La mañana de San Juan/ levántate tempranito/y veras en tu ventana/ de yerba buena un ramito/.  n

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