El ojo de la aguja

Las colas de hambre

Mientras tanto en nuestra sufrida piel de toro se revientan válvulas de escape sociales de todo tipo a las que no saben ponerle remedio, porque las mentalidades de muchos gobernantes son inconscientes, faltas de los valores humanos

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Las colas del hambre avanzan inexorablemente en nuestro país, imágenes que vemos cotidianamente a través de los medios informativos de familias que han caído en la terrible desgracia de la pobreza extrema, que no cuentan con nada para llevarse al estómago, y que guardan colas para poder sobrevivir en Cáritas, ONG y asociaciones. Resultan unas secuencias dantescas, ver a estas personas, algunas que han bajado paulatinamente sus niveles de vida por mor del paro, los desahucios, recortes a mansalvas desde todos los frentes sociales, todos enfilados en colas con sus carritos que antes fueron de la compra a esperar la dádiva que les quieran dar.  
      España retorna a los años cuarenta, a pesar de que nos quieran vender humo, con decir que hemos salido de la crisis, mientras que, Europa, no quiere saber nada de nosotros. Esta no es la Europa que tan bellamente nos habían pintado, la que expulsa a los ciudadanos europeos porque dicen que es legal, cuando dejan de trabajar en su país, y en esto me refiero a la ciudadana Merkel.
      Mientras tanto en nuestra sufrida piel de toro se revientan válvulas de escape sociales de todo tipo a las que no saben ponerle remedio, porque las mentalidades de muchos gobernantes son inconscientes, faltas de los valores humanos menos exigibles. Aquí lo que importa es el dinero y la poltrona, de la que no se bajan, ocurra lo que ocurra.
     Las colas del hambre que se han gestado como consecuencia de las especulaciones, robos, estafas, pisando cabezas, preferentes, el imperio de la banca sufragado por el dinero de todos los españoles. La corruptela que asolapada sigue su curso llevándose los dineros a los paraísos artificiales.
     En España, como en cierta ocasión escribiera Vargas Llosa, están resucitando los viejos demonios. Las colas del hambre siempre ha sido una imagen que hemos visto desde la lejanía, en países africanos, India, e incluso latinoamericanos,  y sin embargo, ya las tenemos encima, entre nosotros, en cercanías. La sociedad está agrandando los vasos comunicantes de la desesperanza. Las calles, que siempre marca el termómetro de lo que es un país, se repletan de manifestaciones, que ahora quieren trasladarlas, como el que lleva un tiovivo de feria en feria.
     Las colas del hambre se acabarían si existiera una conciencia moral sana, unificada y consecuente con la realidad de los graves momentos que estamos pasando, por parte de los mandatarios instalados, que miran de soslayo, sin importarle un pepino lo que le sucede al pueblo español. Es hora de ser conscientes y verdaderos para ser creíbles si pretenden continuar en sus menesteres como políticos.
     Es hora de acabar con todos los que meten la mano, y es hora también de que la justicia, en ciertos casos, se ponga el ropaje de la equidad, y no se deje llevar por intereses creados, hacerle la guerra a la corrupción desde todos los frentes y en todas las batallas, para que esta gran nación que es España vuelva por sus fueros.

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