El ojo de la aguja

A vosotros, 061

Os escribo porque es de justicia, a vosotros, 061, que estuvisteis, como tres mosqueros de la salud el 21/11/2012, a la una de la mañana, en el domicilio de San Marcos, 3º B de la capital y, en cuatro minutos de salvasteis la vida

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Os escribo porque es de justicia, a vosotros, 061, que estuvisteis, como tres mosqueros de la salud el 21/11/2012,  a la una de la mañana, en el domicilio de San Marcos, 3º B de la capital y, en cuatro minutos de salvasteis la vida, superando una angina de pecho y un infarto. A pesar de las circunstancias anómalas, de vuestro tráfago tan grande, me quedé con vuestros rostros, que llevaré siempre fijados en las retinas.
     Y os escribo, mosqueteros de de la salud, confió en que me permitáis el símil, porque me hago portavoz de tantos y tantos enfermos que habéis atendidos en las mismas circunstancias. Y es que no hallo palabras ni adjetivos  para calificar labor que realizáis a favor de la salud pública, ahora tan castrada por la inseguridad que se vive en la totalidad del sector, doctores, enfermeros, cirujanos auxiliares y toda clase de operarios sufren en sus carnes los desafueros y las injusticias que se multiplican como el pan y los peces en los pasillos de los hospitales.
     A vosotros 061, que me devolvisteis la vida encerrados en la clausura de vuestro supremo anonimato, con vosotros siempre, mientras tenga un hálito de vida, y os vea transitar por avenidas y carreteras, entregados a una labor ingente, confortante que no tiene parangón, y que hoy desgraciadamente, el estatus de este mundo, no sabe valorar debidamente lo que supone la amplitud de ese suspiro de vida vuestro.
     ¡Qué ejemplo de vida tan inmenso me distéis!, en aquella madrugada del 21/11/2012, en la calle San Marcos de Huelva. Estuvisteis en lo de siempre, en esa labor que os agranda en humanidades, y que demuestra con ello que, todavía todo no se ha perdido en este mundo, a pesar de que una parte interesada se empeña en demostrar lo contrario.
      A vosotros, 061, el más profundo de los agradecimientos, el mío, de mi señora e hijas, que estuvieron con vosotros en momentos tan transcendentales, siguiendo en cada instante todos los esfuerzos que estabais realizando por sacarme adelante. Me he quedado con vuestras caras y con todos vuestro movimientos, que difícilmente voy a olvidar, no sé vuestros nombres ni vuestros apellidos, pero puede que el destino nos haga encontrarnos en distintas circunstancias.
     Gracias una vez más amigos del alma, porque hay una cosa que está muy clara, el Gran Hacedor, con vuestra labor de aquella inolvidable madrugada se empequeñeció en vosotros. Un fuerte abrazo.  

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