El Loco de la salina

Ningún niño sin jamón

No hay cosa más aborrecible que comerse un jamón de aquella manera, sin mirar el grosor de las lonchas, como el que come polvorones de tres en tres.

Cuando yo sea mayor, me gustaría ser cortador de jamón. Así, tal como suena. ¿Algún problema? Pero no un cortador cualquiera, sino un crac de las patas porcinas. Aquí en el manicomio no me dejan serlo y encima no me facilitan un cuchillo jamonero para entrenarme ni de bromas. Parece que no está el horno para bollos, porque el problema catalán ha llegado a calar entre los locos hasta tal extremo, que basta con decir “Puigdemont” para que algunos se vayan de cabeza a la cocina a buscar precisamente un cuchillo jamonero pero de los grandes, del calibre 155. Tampoco es eso, pero estos locos se amparan en que, si hacen alguna locura, por supuesto que es simbólica.

Y por si faltaba poco, tengo que reconocer que para las cosas de la cocina en general soy un auténtico manazas. A duras penas me sale la tortilla francesa como Dios manda, con sus huevos bien batiditos, doradita, jugosa…. De los cocidos es mejor no comentar nada, porque no es que me salgan mal, es que no me atrevo a meterles mano. Y del resto de cosas buenas que en esta tierra hay debo decir que no está al alcance de este cerebro, aunque el paladar lo tengo fino y no me quedan palabras para felicitar a todos los que trabajan en la hostelería para que nuestros estómagos sean felices. Son unos perfectos héroes.

Pues bien, en el asunto del jamón el problema está en que, siendo un don divino de difícil comparación, sería un pecado abominable pegarle cuchilladas sin ton ni son como hacía don Quijote con las botas de vino tinto. No hay cosa más aborrecible que comerse un jamón de aquella manera, sin mirar el grosor de las lonchas, como el que come polvorones de tres en tres. Las dos cosas que más nos llenan a los locos en este mundo son: el jamón por lo bueno que está y el mundo de los niños por su inocencia. Y cuando estas dos cosas se juntan, entonces la vida pierde su amargor y adquiere todo su sentido.

Por eso, cuando el domingo pasado me acerqué a la Alameda Moreno de Guerra y contemplé el delicado trabajo de casi un centenar de cortadores de jamón, me quedé extasiado. Y además, cuando me dijeron que los beneficios de esa fiesta iban destinados a que ningún niño cañaílla se quedara sin juguetes el día de Reyes, me volví loco, aunque esta vez de alegría.

Por lo visto ha sido la 4ª Feria de Cortadores Solidarios y según me aseguran, con esta Cuarta edición, apadrinada por el Fogón de Mariana y con más de 80 firmas colaboradoras, se ha batido el récord de éxito. El domingo estaba para comérselo entre loncha y loncha. El sol diciendo que aquí estoy yo y la gente que aquí estamos nosotros. Yo no los conté, pero por lo menos cien jamones pasaron por los afilados cuchillos de los profesionales del corte.

La Asociación de Reyes Magos y el Ayuntamiento de San Fernando se han portado y han puesto toda la carne en el asador (o mejor, todo el jamón) con la campaña “Ningún niño sin juguetes”, que sería lo mismo que “Ningún niño sin jamón”. Que no decaiga, porque la causa merece la pena. Por supuesto que siempre habrá quien ponga pegas, pero lo del domingo fue todo un espectáculo para la vista, para la sensibilidad y sobre todo para el gusto. Enhorabuena.

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