El Loco de la salina

A Óscar por sus 40 años

Hoy mis lectores me van a perdonar, pero le quiero dedicar a nuestro hijo Oscar estas líneas de corazón.

Dice el tango que veinte años son nada. Quiere decir que cuarenta son el doble de nada, es decir, nada de nada. Ha pasado el tiempo con una rapidez impresionante, aunque no se nos olvida el feliz día en que viniste a este mundo en el Piojito. Hoy mis lectores me van a perdonar, pero le quiero dedicar a nuestro hijo Óscar estas líneas de corazón, escritas por uno que un día se volvió loco de remate aunque conserva en un rinconcito del cerebro el más grande de los sentimientos paternales.

Hoy tus padres estamos orgullosos de ti. Has pasado lo tuyo desde los veinte años yendo de un sitio para otro con el único objetivo de abrirte paso en esta vida, porque aquí en España lo tenías muy complicado. Y lo has conseguido. No has salido ni has querido salir en el programa “Españoles en el mundo”, porque le has dado poca importancia a tus logros.

Hoy se ve todo muy fácil, pero ya sabemos que no se te pueden olvidar tantas horas fregando y malviviendo en tierra extraña. Todavía hay gente en La Isla que a mí no me llaman el Loco, sino el Rubio, porque de niño era rubio a morir. Sin embargo tú me ganaste; fuiste de pequeño mucho más rubio que yo y cada vez que te contemplaba me hacías recordar mi infancia más temprana.

Ante todo debes saber que nos dolió mucho cuando nos dijiste hace años en Bahía Sur que dejabas los estudios de Matemáticas en Granada y que te marchabas a Edimburgo. Te ayudamos todo lo que pudimos, pero nuestra mayor preocupación era que tú no hablabas un inglés medio entendible y que caminarías cuesta arriba. Sin embargo lo dejaste todo aquí y te lanzaste a la aventura.

Fuimos a verte unas cuantas veces y, cada vez que íbamos, comprobábamos que las cosas te iban yendo mejor, que ya no te limitabas a fregar platos como al principio y que te ibas defendiendo con el idioma hasta tal punto que anhelabas hablar un rato en español para variar. Al año siguiente te marchaste a Londres. Allí llevaste contabilidades, trabajaste en lo que te salía, vendiste ropa en esas tiendas inglesas amorfas y cuadriculadas.

Sin embargo te preocupaste de completar tus estudios y te licenciaste en economía en Greenwich. Tu pareja Julie, a quien conociste en Victoria Station, te animó desde el principio y te ayudó a salir adelante. Iban pasando los años y después de muchas y penosas entrevistas comenzaste a trabajar en el Ayuntamiento de la capital británica. Ya eras contador de finanzas y allí sembraste sudores y horas de incansable trabajo al tiempo que dejabas amigos entrañables y duraderos. Se te veía feliz en tu trabajo, pero, como no eres ave que se queda fija en el nido, al cabo de los años te salió una propuesta interesante, dejaste lo de ser funcionario fijo del Ayuntamiento y te marchaste a Perth (Australia), donde ya van para cuatro los años que habitas la tierra de los canguros.

Han pasado de todo esto casi veinte primaveras y hoy cumples tus cuarenta abriles con tres nacionalidades a cuestas y un nuevo trabajo importante de ejecutivo en Sydney. Tus padres están orgullosos de ti. Te has abierto paso con el sudor de tu frente y por eso te lo quería decir aquí por escrito, para que sepas que tienes toda nuestra admiración no solo por ser nuestro hijo, sino sobre todo por ser un luchador incansable.

Ahora nos has invitado a vernos en Bangkok, como si nos hubiéramos citado en la Ardila, pero estaremos allí para celebrarlo. Solamente deseamos que cumplas otros cuarenta años más, aunque tus padres no vivan para verlo, lo cual, a nuestro pesar, está más que garantizado. Cumpleaños feliz, hijo. Besos.

Envía tu noticia a: participa@andaluciainformacion.es

TE RECOMENDAMOS

ÚNETE A NUESTRO BOLETÍN