El Loco de la salina

¿Dónde están las llaves?

Yo para mis adentros he pensado, lo cual es un logro, que aquí se están perdiendo demasiadas llaves.

Se acabaron las locas vacaciones que nos dan en el manicomio para airearnos y aquí estamos otra vez dispuestos a todo o a casi todo. A nuestra llegada el director nos ha reunido en el patio, nos ha dado la bienvenida, ha puesto cara de inquisidor y del tirón nos ha dicho que se acabaron las bromas y que tonterías las mínimas. Inmediatamente ha preguntado a bocajarro que dónde están las llaves del manicomio.

Ahora por lo visto está de moda cambiar las cerraduras para desconcertar a los ladrones y para otras cosas inconfesables. Dice el director que a él le han cambiado la cerradura y que, como coja al que ha hecho, lo va a dejar sin postre una temporada. La mayoría nos hemos hecho los locos, cosa que nos ha costado muy poco trabajo. En la junta directiva hay mosqueo generalizado y entre ellos, por los intereses que cada uno tiene, se están agrietando las filas, cosa que por otra parte se veía venir hace tiempo. Hay demasiada gente queriendo vivir de la cosa y algunos tienen sus cinco sentidos más en mantener en su poder las llaves que en lo que debieran tenerlos centrados.

Yo para mis adentros he pensado, lo cual es un logro, que aquí se están perdiendo demasiadas llaves; que una llave no es solamente ese trozo de metal que sirve para abrir una puerta. Se ha perdido, por ejemplo, la llave de la educación. Ahora han comenzado los colegios y algunos de los que se autoproclaman socialistas de toda la vida de Dios siguen sin tener en cuenta que es humano y normal que los hermanos vayan juntos a la escuela. Lo que ellos llaman pomposamente conciliación familiar se la pasan por el forro, excepto cuando se trata de sus propios hijos o nietos. Y además ascienden en esa carrera política que lleva a las efímeras alturas desde donde se suele caer con más impulso.

Una llave perdida. ¿Quiere que le diga otra? Da penita pasear por la playa de Camposoto y pensar que en sus cercanías está el porvenir. No hay nada que hacer. Como dice la canción “Sentadito en mi escalera y el porvenir que no llega”. El turismo podría quitar el paro de una vez por todas en esta Isla enfangada, pero los intereses de los partidos están muy por encima de esas pamplinas. Además, no sé cuándo quitarán la bandera roja que señala que a partir de ahí no se puede pasar. Al parecer la defensa nacional es sagrada y alguien se tiene que sacrificar. Tampoco sé qué hay que defender allí en pleno siglo XXI. Ahí tenemos otra llave perdida.

Lo de los perros en Camposoto no hay quien lo entienda. Los que a veces hacemos la ruta del colesterol (cada vez somos más los que nos queremos morir sanos) no podemos entender que muchos dueños de perros los tengan por la arena sueltos, sin bozal…Y no será por falta de carteles que anuncian lo que debe hacer el que quiera llevar un perro allí. Lo que sí falta es la autoridad que eche un par de multas solamente, porque así se corre la voz como la pólvora. No hay manera y ahí tenemos otra llave perdida.

Viene el rey a La Isla a inaugurar el edificio de la Hora con mayúscula y sin embargo el reloj del Ayuntamiento no sale de las dos y cuarto. Llave perdida. De la limpieza de esta ciudad es mejor no hablar. Manojo de llaves perdido. En todo caso, los locos podemos dar una pista de dónde están las malditas llaves. El que quiera dar con ellas, que se monte en un barco y navegue unas cuantas horas.

Allí, en altamar, se puede poner a cantar y a preguntarse que dónde están las llaves. Todo el mundo lo sabe: en el fondo del mar, matarile, rile, rile, en el fondo del mar, matarile, rile, rile, ron, chimpón. Allí es donde seguramente están. Esto no hay quien lo arregle. Y encima los catalanes tan obedientes.

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