El Loco de la salina

Las parcelaciones de Camposoto

Hoy, el hecho de ir desnudo por la playa, lejos de provocar escándalo, tendría que levantar un sonoro aplauso.

Me acabo de enterar por la prensa del manicomio de que se va a preparar otra parcela en Camposoto para los que quieran ir a la playa en plan nudista, es decir, desnudos; con otras palabras, como Dios o sus respectivas madres los trajeron a este mundo cruel. A mí no me parece ni bien, ni mal, ni regular, pero los locos también queremos una parcelita donde nadie nos moleste y donde solamente se escuchen pamplinas. Parece como mentira el partido que se le está sacando a una playa donde no hace tanto tiempo lo único que se pegaban eran tiros y cañonazos. Parcela para las tablas, parcela para los perros, parcela para los diabéticos, parcela para los mediopensionistas, parcela para los locos…Ahora, parcela para los nudistas. Y yo me pregunto si la playa de Camposoto, que no está hecha de chicle sino de arena, da tanto de sí. Muy pronto, habrá protestas por parte de los calvos, de los bajitos, de los rubios, de los musculosos, de los enclenques…, que reclamarán el mismo derecho a tener parcela propia. Ahora los nudistas se están poniendo de moda. Incluso algunos, previendo que la cosa va a ir a más, se están colocando pesas en determinadas partes del organismo para no hacer el ridículo y poder pasar el examen el día en que tengan que dar la cara.Y es que en este asunto las comparaciones se vuelven muy odiosas. La verdad es que, después de tantos siglos de represión sexual, en los que era pecado mortal hasta pensar en el tema, el hombre moderno ya tendría que sentir en sus carnes algún signo de liberación. Hoy, el hecho de ir desnudo por la playa, lejos de provocar escándalo, tendría que levantar un sonoro aplauso para los que se atreven a romper moldes. Hay que reconocer, no obstante, que algunos presentan un material defectuoso con una mala perspectiva y que con el bañador puesto saldrían ganando tela. Por eso todavía dicen algunos que el nudismo es un feo espectáculo y que habría que dejarlo solo para los cuartos de baño. Sin embargo a nadie se le ocurre encerrar a los feos en sus casas; y no me negarán que en La Isla los hay feos para dar y regalar. No hace mucho, ninguna mujer se atrevía a enseñar las tetas en público. Hoy no les importa ni a ellas ni a los que las ven, aunque algunas saldrían ganando si no las enseñaran. Leyendo la noticia me vino a la mente lo que le pasó una vez a mi abuela en la playa en aquellos tiempos en los que la posibilidad de ir al infierno estaba a la orden del día.


- ¡Señora! – le dijo el guardia a mi abuela. No tengo más remedio que multarla. Ha tirado usted una cáscara de sandía en la arena y eso no lo puede consentir la autoridad a la cual represento.
Mi abuela se volvió, le dio un repaso con la mirada desde el casco hasta los cordones de los zapatos y se puso en pie. En pie de guerra.
- ¿Que me va a multar usted a mí por tirar una cáscara al suelo y no va a multar a todas estas sinvergüenzas que están desnudas tiradas en la arena enseñando las carnes?
Todas por supuesto llevaban el bañador clásico que dejaba ver algo más que los tobillos. El guardia, viendo que la cosa iba de bronca y que el tema se le podía ir de las manos, recogió la libreta y se quitó prudentemente de en medio. Eran otros tiempos. Hoy ya nadie se asusta de nada, excepto de las cartas de Hacienda. Así que los locos pensamos que cada uno enseñe lo que le venga en ganas, aunque vamos a procurar que lo que se enseñe merezca la pena. Pero lo que más nos preocupa es que los que no nos metemos en nada nos vamos a quedar sin playa de Camposoto por culpa de tantas parcelaciones.
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