El Loco de la salina

Menos vergüenza, imposible

En el caso de la luz nadie da la cara, el respeto es nulo, no queremos ni conocerlos y carecen de conciencia y de estilo.

Aunque leemos en la Biblia que al principio del mundo Yavé dijo: “Fiat lux”, la traducción desde el latín vulgar al cristiano no es ni mucho menos que se fía la luz, sino que el latinajo quiere decir “Hágase la luz”. Sin embargo a Yavé este tema se le fue de las manos, porque tenía que haber previsto la cantidad de chorizos que iba a circular por esta sufrida España y porque pensó que esos desgraciados sinvergüenzas no iban a jugar de aquella manera con la luz y con las tarifas de la electricidad.

No hay derecho. Los de Tarifa ya lo dicen: “Tarifa no hay más que una”. Pues no; hay escalas, y estos tipejos de la España rancia aplican la más dura y nos van a dejar helados. Ya los veía venir Antonio Machado: “Españolito que vienes al mundo, te guarde Dios. Una de las dos Españas ha de helarte el corazón”.

Estamos viendo en el manicomio escenas de televisión, en las que aparece gente agarrándose con desesperación a las mantas, pero sin calefacción y sin luz, porque no pueden pagarla. Todos estos pobrecitos coinciden en afirmar que la vida es como el palo de un gallinero: corta, pero llena de mierda. Y encima Trump, el de las pocas luces, es el que va a ahorrar de verdad. Vivir para ver.

Y, no sabemos por qué, al acordarnos de estos infames rateros de sueldos impresionantes, se acumulan en nuestro averiado pensamiento las imágenes de aquellos fantásticos bandoleros que asaltaban las diligencias con el único propósito de aligerar de peso los bolsillos de los inocentes viajeros. Por eso José María el Tempranillo, al lado de este personal sin conciencia que nos vende la luz a precio de oro, era un tierno ángel celestial. El Tempranillo daba la cara a la luz del día, trataba a la gente con respeto y, aunque les robaba, lo hacía con tal estilo y clase, que los perjudicados se iban hasta contentos de haberlo conocido.

En el caso de la luz nadie da la cara, el respeto es nulo, no queremos ni conocerlos y carecen de conciencia y de estilo. Ninguno de ellos irá a la cárcel, porque por algo la mujer que simboliza la justicia tiene los ojos bien tapados, y ahora, ante los poderosos, más que nunca. Si el gobierno los conoce, sabe cómo son, está enterado de la fatiguita que mucha gente está pasando, es capaz de traducir los jeroglíficos de las facturas que nos pasan y ante semejante robo se queda con los brazos caídos, ustedes me dirán cómo podríamos evitar el uso de la palabra cómplice.

Dicen que el ministro Nadal anda por los pasillos buscando cómo remediar la cosa. En el manicomio nos ha llamado la atención que Nadal se haya metido en estas historias, cuando lo suyo es el tenis, pero en fin, como aquí es ministro cualquiera, ahora se explica el caos que se está formando con la dichosa luz.

Observamos desde la tapia del manicomio que la gente no se tira a la calle para protestar y deducimos que en la calle debe haber mucho frío y nadie quiere resfriarse. Lo único que nos consuela es que todo lo que sube baja, pero esta es una frase aplicada solamente a la esfera erótica y al parecer sin relación directa con el asunto que nos ocupa. Lo que no quiere decir que el amor no sea importante. Tan importante, que el amor es el único deporte que no se interrumpe por falta de luz.

Hablando de amores. Le dice la mujer al marido:
- Amor mío, te propongo una cosa. ¿Por qué no salimos esta noche y nos divertimos un poquito?
- Me parece genial. – responde el marido.
- Pues, si tú llegas primero, no olvides dejar encendida la luz del porche.

Voy a apagar la lamparilla y me voy a dormir, aunque estos tipos cualquier día nos cobran, también impunemente, la oscuridad.

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