El Loco de la salina

No hay derecho

La primera cosa es que observamos en esa Declaración muchísimos derechos, pero sorprendentemente ningún deber.

Iba a hablar sobre el informe Pisa de educación, pero lo dejaremos para otro día, porque me da hasta vergüenza sacar el tema. Y es que Andalucía se queda que da penita verla por mucho que nuestro querido gobierno andaluz intente tapar lo que es imposible tapar. Estamos en la cola de Europa y seguiremos en la cola a tenor de lo que se sigue haciendo aquí después de más de treinta años en el poder. Mala suerte.

Hoy en el manicomio nos hemos dedicado a estudiar en profundidad el tema de los derechos humanos, porque nos han dicho que hoy, 10 de diciembre, hay que celebrar todos los años el hecho de que en 1948 la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Un pelotazo en toda regla. ¡Qué párrafos más bonitos y qué frases tan escogidas! La verdad es que nos ha llamado la atención un montón de cosas con respecto a este asunto, cosas de las que nos hubiéramos olvidado de no estar encerrados entre estas cuatro paredes.

La primera cosa es que observamos en esa Declaración muchísimos derechos, pero sorprendentemente ningún deber. Esto me recuerda los paneles que lucen los hospitales en sus pasillos, en los que hay setecientos derechos y cuatro deberes mal contados. Lo segundo es que esas Naciones Unidas no paran de sacar miles de papeles preciosos diciendo en qué consisten esos derechos humanos y relatando un mundo fascinante e ideal, pero no tienen lo que hay que tener para parar de una vez la guerra en Siria, por ejemplo, que lleva ya unos cuantos años sin solución, porque cuatro desalmados no llegan a un acuerdo y prefieren que la gente se mate por las calles.

Hemos podido observar la cantidad de personal que vive de escándalo a costa de las Naciones Unidas con unos sueldos increíbles, mientras los refugiados buscan un simple lugar donde refugiarse de los tiroteos. Sin embargo, cuando los bombardeos sobre pueblos inocentes no cesan y se están matando a manojito a criaturas que lo único que quieren es vivir en paz, las Naciones Unidas dejan de estar unidas y miran para otro sitio, aunque sus componentes sigan cobrando como si aquí no pasara nada. Por tanto ¿de qué nos sirven esas Declaraciones, si se quedan en palabras más o menos bien puestas?

Ocurre algo parecido con nuestra Constitución. Es algo alucinante. Por eso, leer esa Declaración de los Derechos Humanos de una tacada se hace insufrible al ver que no se cumple nada y que, cuando hay que frenar las grandes matanzas o las enormes hambrunas, aquí nadie dice nada y todo el mundo se limita a señalar los daños colaterales. De auténtica vergüenza. En tercer lugar, esa Declaración no para de hablar de vivienda digna, de sueldos maravillosos, de trabajo fetén, de libertades auténticas…¡Y qué! Millones de personas no tienen una vivienda digna, millones disponen de un sueldo miserable, millones no saben lo que es un trabajo decente… Se comprende que el papel lo soporta todo y que es capaz de descargar las conciencias. ¿No sería más bonito callarse y llevar a cabo algo práctico?

Lo primero que tienen que hacer las Naciones Unidas es unirse para combatir tanta miseria y tanta ruina como existe en el mundo. También nos hemos puesto a analizar una de las cosas que más se repite en esa Declaración: la libertad. Y a nosotros ¿de qué nos sirven tantas frases bonitas, si nos tienen aquí en el manicomio encerrados de por vida? Por lo visto lo importante en este mundo es publicar esos listados de derechos para que todo el mundo se sienta reconfortado y feliz. Muy bonito. Vivimos en un mundo maravilloso, que ahora será más maravilloso todavía con las ocurrencias de nuestro amigo Trump. ¿Quién me mandaría venir a este mundo de locos?

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