El Loco de la salina

Están cuidando de mí

Nunca comprenderé por qué los médicos se esfuerzan tanto en escribir para que nadie los entienda.

Hoy, 25 de septiembre de 2016, se celebra el día mundial del farmacéutico, organizado por la Federación Internacional Farmacéutica (FIP). Por lo visto va a llevar el lema: “Farmacéuticos, cuidando de ti”. Esta iniciativa quiere poner de manifiesto el papel tan importante que juegan los farmacéuticos en la promoción de la salud, en la prevención de las enfermedades y en el seguimiento de los tratamientos. Se quiere también incidir en la cercanía y confianza mutuas entre los farmacéuticos y los ciudadanos.

Este loco, que no tiene más remedio que ir a la farmacia de vez en cuando, y, si no fuera, peor le podrían ir las cosas, no podía dejar pasar una oportunidad de este calibre para felicitar a los farmacéuticos de La Isla. En el manicomio estamos todos locos de contentos con ellos, porque muchas veces los médicos nos quedan muy lejanos y a ellos los tenemos siempre a mano. Como ocurre en todas las profesiones del mundo, hay farmacéuticos buenos, menos buenos y también los hay malos.

Sin embargo tendría que hacer un esfuerzo mental para localizar en La Isla a los malos, ya que siempre que he aparecido por una farmacia me han tratado de lujo. A mí me parece gente amable, trabajadora, servicial y profesional. Aparte de aconsejarte la medicina adecuada realizan un trabajo impagable, y, en caso de duda, siempre te aconsejan que te dirijas al médico, porque está en juego la salud y saben no sobrepasarse en sus competencias.

Aparte de todo esto, se tiran el día detrás del mostrador traduciendo. Nunca comprenderé por qué los médicos se esfuerzan tanto en escribir para que nadie los entienda. ¿Qué pretenden? ¿Tanto trabajo cuesta escribir con una caligrafía estupenda tal como nos enseñaban de niños nuestros maestros? A mí, concretamente, en los Hermanitos de La Salle me daban con una regla en los nudillos para que estirara los dedos y me saliera una letra impecable.

Es probable que muchos médicos no hayan pasado por los Hermanitos. La cuestión es que el farmacéutico coge la receta, la lee, la estudia con una paciencia benedictina y es capaz de traducir la alambrada que tiene delante y que es inasequible para cualquier ojo humano normal. Un especialista en filología hispánica, por mucho interés que quisiera ponerle al tema, tiraría la toalla ante algunas recetas médicas.

El farmacéutico no se rinde hasta que te planta por delante la cajita que responde al enrevesado nombre del papelito de marras. Eso es muy de agradecer, porque el que va a la farmacia puede que esté para sopita y buen vino, pero no para traducciones imposibles.

Se han escrito muchos chistes sobre farmacéuticos. Es verdad que la farmacia es una fuente inagotable de malentendidos y de preguntas capciosas. Les voy a poner algunos como homenaje a estos hombres y mujeres que desempeñan una encomiable y maravillosa labor.

• Señor farmacéutico, ¿tiene ácido acetilsalicílico?
• ¿Aspirinas?
• Eso mismo, ¡qué mala memoria tengo para los nombres!
O el que llegó a una farmacia y pide dos pastillas para la tensión, una para subir la mínima y otra para bajar la máxima.
• ¿Me da usted unos supositorios que sepan mucho a menta?
• ¿Se los va a comer?
• No, si le parece me los meto por el culo.
O el que le contaba a un amigo: He ido a la farmacia por alcohol y me han dado el genérico: un tetrabrik de Don Simón.

Lo dicho. Felicidades y que este día sirva como aliciente para la mejor atención de un personal que confía ciegamente en los farmacéuticos. Cuesta poco ser agradable y, cuando se trata de despachar medicinas, hay que serlo mucho más. Tal como se hace en La Isla.

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