El Loco de la salina

¿Otra vez las banderitas?

En cualquier país del mundo la gente se parte la cara por su bandera. En España, no, porque la cara la tenemos muy dura.

Decía Antonio Machado: “Españolito que vienes al mundo te guarde Dios; una de las dos Españas ha de helarte el corazón”. Ni el Rappel de los mejores tiempos hubiera estado más atinado. Se puede decir que Dios nos tiene dejados de la mano de Él mismo y que los españolitos no nos liamos a tiros porque duelen mucho. Con motivo de la final de la Copa del Rey de fútbol entre el Sevilla y el Barça, aparece otra vez la historia interminable de las banderas, a las que ahora llaman esteladas (cosa más cursi).

Los locos pensamos que los que andan sueltos con las banderitas, son más que reivindicativos, pesados como un collar de sandías. En cualquier país del mundo la gente se parte la cara por su bandera. En España, no, porque la cara la tenemos muy dura como para que se parta así por las buenas. En cualquier país del mundo la gente se emociona con su bandera. En España no, porque lo que produce verdadera emoción es lo que le va ocurriendo a Belén Esteban desde hace la tira de años sin que se le vea fin a la cosa.

En cualquier país del mundo la gente es capaz de dar la vida por su bandera. En España no, porque aquí no se da nada, sino que se roba, y además hay tantas banderas, que habría que tener más vidas que un gato para darlas una a una. En cualquier país del mundo se canta la letra del respectivo himno nacional, aunque algunos desafinen como perros. En España no, porque desde que los bancos se mostraron insaciables, tenemos alergia a las letras. En cualquier país del mundo cada nación tiene una bandera. En España no, porque preferimos la cantidad a la calidad.

Los eternos descontentos lo basan todo en que el himno nacional suena a Franco, la bandera suena a Franco y hasta colocarse cara al sol suena a Franco, cuando lo suyo ya mismo es ponerse morenito con vistas al verano. No tenemos arreglo. Aquí tenemos banderas de todos los colores y para todos los gustos. Por otra parte, no hay manera de convencer a los catalanes de que es mejor tener una bandera solamente, aunque sea por motivos de ahorro, argumento que debería ser definitivo para ellos.

¿Y cuál podría ser la solución que pudiera poner fin al ridículo que estamos haciendo en todo el planeta? Pues voy a proponer unas cuantas ideas: 1.-Se hace una nueva bandera entre todos, en la que no aparezca tanta sangre como en la actual, que tampoco es para ponerse así, ni tanto oro, que la cosa está bastante cortita. Podría llevar diecisiete soles, uno por comunidad. Y nada de barras, que nos recuerda la cantidad de chorizos que hay en el talego. 2.-Se hace un nuevo himno por encargo, no a cualquier mamarracho amigo del político de turno, sino a profesionales que sepan hacerlo. Precisamente pongo por ejemplo el precioso himno del Sevilla. 3.-Se les da a todas las autonomías los palos que hagan falta (para colocar la bandera elegida) 4.-Y a largo plazo, se educa a la población desde la temprana infancia en la convicción de que una bandera no tiene por qué tener bandos, ni es patrimonio de los llamados fachas tener una patria por la que luchar.

Todo este problema de las banderas no lo tenemos en el manicomio. Aquí la bandera por la que todos los locos suspiramos es la de la razón, a ver si la recuperamos y nos sueltan de una vez. Pero ahora lo mejor es que nos tengan aquí encerrados hasta que los españolitos solucionen este tema, porque, como salgamos, vamos a coger los mástiles, nos vamos a liar a palos con los disconformes y nos van a tener que encerrar de nuevo, aunque quede claro que los verdaderos locos siguen sueltos por alguna de las dos Españas que nos va a dejar el corazón más helado que los americanos de la Ibense.

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