El Loco de la salina

Lo falsa que es la gente

Por favor, no me hagáis lo mismo que a Suárez.

Como todos ustedes saben, y, si no, yo se lo digo, hace unos días murió Adolfo Suárez. El pobre descansó en paz después de pasar unos cuantos años con la cabeza perdida como un servidor. Se celebraron funerales de Estado, se pusieron todas las banderas a media asta, se decretó luto por tres días…Y comenzó a salir gente del más variado pelaje diciendo glorias y merecimientos del difunto.

Yo viví aquella época en que nadie daba un duro por aquel gobierno encabezado por un falangista, que a ver por donde nos salía. Por entonces España era de condición más inestable que la defensa del Cádiz. Después vino lo de la legalización del Partido Comunista, luego lo de Tejero y finalmente Suárez se tuvo que ir aburrido. Fundó otro partido que tampoco cuajó y por fin se retiró a su casa. Todo esto me lo sé de memoria. Lo que no sabía era lo falsa que es la gente.

Ahora resulta que los que le pusieron chinitas, pedruscos y montañas en el camino hablan de Suárez auténticas maravillas. El catalán salta con que allí se le echa de menos, el otro dice que difícilmente habrá un político que se le iguale, el de más allá proclama que era un pedazo de tío, los que se tiraron debajo de los asientos en el Congreso cuando las balas silbaban dicen que era muy valiente. En fin, que me he quedado con la boquita abierta contemplando la de cosas bonitas que se le dicen al que ya ha muerto y no las puede escuchar. Entonces le hicieron la vida imposible y sembraron en su cabeza la semilla del Alzheimer; ahora les faltan palabras para bendecirlo.

Por eso he llegado al convencimiento de que debo hacer una urgente llamada a mis paisanos en particular y a todo aquel que lea estas líneas. Se trata de un simple ruego que en realidad cuesta muy poco trabajo. Por favor, las cosas bonitas que vayáis a contar de mí, cuando me muera, decidlas ahora. Las feas decidlas después de muerto. Hay que tener muy presente (nunca mejor dicho) que, cuando yo esté de cuerpo presente, me voy a enterar de la misa la mitad.

Por lo que ha pasado con Suárez, deduzco que los que ahora no me pueden ver ni en pintura pronunciarán frases preciosas sobre mi persona y sobre la cantidad de valores que albergaba mi pecho. Pero mi pecho ya no va a estar para muchas florituras. Que las digan ahora que puedo oírlas y disfrutarlas. Hasta dirán de mí que era guapo, alto y vistoso. No. Decidlo ahora que estoy vivito y coleando. Por favor, no me hagáis lo mismo que a Suárez. No guardéis las alabanzas a mi persona para cuando yo esté criando malvas. Entonces será tarde, hacedlo ahora. Cuando me cierren los ojos, no podré, ni querré ver a nadie tocándome unas palmitas por lo bueno que fui; tocádmelas ahora que las puedo escuchar y me pueden dar ánimos para afrontar lo que me queda de existencia. Muchos dirán de mí que era un tío muy razonable, cuando ahora me dicen el loco, pero yo no tendré ya el gusto de escuchar semejante alabanza. Que lo digan ahora.    

En cuanto a las instituciones de La Isla, tampoco hace falta que el Ayuntamiento me ponga ahora mismo las banderas a media asta; me conformo con que me ponga ya el reloj en hora, porque no hay manera de salir de las dos y cuarto. Ruego que esas boquitas de piñón que, cuando yo la palme, van a pregonar a los cuatro vientos lo excepcional que yo era, larguen ahora exquisiteces sobre mí, de manera que yo pueda sorprenderme y valorarme en vida mucho más de lo que me valoro. No esperen a que este loco se vaya para el otro mundo sin escuchar de sus paisanos esos detalles que hacen feliz a cualquiera en vida. Y es que no se enteran de que, una vez muerto, el oído no oye, ni la vista ve, ni el gusto se conserva. Y ya puesto a pedir, solicito que arreglen la calle Real ahora para que yo la vea; y las cacas de los perros las quiten ahora para que yo no las pueda oler; y que todo el mundo tenga trabajo ya, y no cuando yo no pueda bendecir a quienes lo hayan hecho posible…Lo dicho, no se pueden ustedes imaginar lo falsa que es la gente.

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