El Loco de la salina

A José María Merino

este loco le tiene mucho aprecio a José María Merino. Guardamos una buena amistad desde aquellos lejanos tiempos en que tenía su peluquería en el Parque y me alegra enormemente vivir en la misma calle donde él trabaja diariamente poniendo guapa a la gente que pasa por sus manos.
Por algo esa calle se llama Murillo, pintor de Inmaculadas hermosas que se suben a la Luna y de niños despeinados que pisan la Tierra. José Mari me parece muy buena persona y un trabajador nato. Aunque todavía no ha ingresado en este manicomio, creo que, gracias a sus iniciativas, muy pronto lo veremos por aquí. No es de extrañar que quien arregla tantas cabezas termine perdiendo la suya. Sin embargo José Mari no se queda en ser una buena persona, sino que además tiene arte a espuertas. Decía alguien: “Quienquiera que cultive la fantasía en el arte está un poco loco. Su problema estriba en hacer interesante esta locura”. Y él ha hecho interesante su locura al crear una obra original, bonita, entrañable y laboriosa.

Un artista tiene que estar volado para dar un paso al frente en esta Isla de nuestros pecados tan sedentaria y enamorada de lo estático, que difícilmente perdona ninguna extraña movida que se salga de lo eternamente habitual. José Mari ha dado ese atrevido paso. Hasta el día 15 se puede visitar la Exposición por la que ha luchado durante bastante tiempo trabajando en la oscuridad sin más brillo que el que arrojaban las joyas que ha preparado. Esa Exposición, llamada La Joya del 2010 y ubicada en el Centro de Congresos (antiguo Cine Almirante), no tiene desperdicio. Allí el que tenga ojos para ver podrá observar collares, gargantillas, diademas, broches, pendientes, bolsos…Todas las piezas expuestas son hijas de unos padres que siempre han sido productivos: la imaginación y el trabajo. En cada una de ellas se nota la mano creadora que les ha dado vida y la ilusión por hacer las cosas bien. Dice una famosa frase: Manos que trabajan, no son manos, sino alhajas. A mí me ha parecido una bella Exposición y no lo digo porque aprecio al autor, que también, sino porque me quiero dejar llevar por ese profundo sentimiento que agradece la presencia de la belleza allí donde se encuentre y corran los tiempos que corran. Es un granito de arena que José Mari ha querido aportar al recuerdo de los doscientos años de aquella Constitución que nació aquí y por el que debemos al menos darle las gracias pensando en que no viviremos los detalles de la conmemoración de los trescientos años debido a motivos puramente biológicos.

Yo te quiero decir, José Mari, que tengas mi sincera enhorabuena; que este loco no solamente agradece la alegría con que siempre lo saludas y lo atiendes, sino que reconoce y admira el esfuerzo que has tenido que hacer para parir ese conjunto de piezas que reflejan de la mejor forma posible aquellos tiempos de 1810 en los que España sacó a relucir el esplendor que le quedaba en medio del descalabro histórico en que nos vimos envueltos. Me consta el derroche de ilusión y de ganas que le has puesto a esta exposición. Algo así no se improvisa de la noche a la mañana. Deseo decirte también que cuentes de antemano con el derrotismo de aquellos cañaíllas que son incapaces de hacer algo parecido a lo que tú has hecho. Qué le vamos a hacer. Así son las cosas. Algunos creen que tu exposición de joyas es incompatible con la crisis, en cuyo caso hasta Miguel de Cervantes hubiera tenido que esperar tiempos mejores para escribir el Quijote. Decía un escritor francés que los espíritus mediocres suelen condenar todo aquello que está fuera de su alcance.

Sigue siendo un soñador y un loco, porque te aseguro que los cuerdos, condenados a estrellar su nariz en el escaparate, nunca darán con la clave para elevar su mente y dejarla volar entre las nubes de la fantasía. Ánimo y espero que este trabajo sea solamente el preludio de otros posteriores. Gracias.

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