Santas mujeres

Con esto intento hacer un llamamiento a todos los lectores de este periódico (sin que las lectoras se sientas discriminadas, por favor).

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Podríamos dividir a la raza humana en dos grandes grupos. En uno meteríamos a todas las personas que hacen su vida con normalidad, sin molestar a los demás, intentando disfrutar de sus capacidades con humildad, sin levantar una voz más que la otra, para tampoco llamar demasiado la atención. En el otro grupo podríamos encasillar a todos los malnacidos que se aprovechan de la inocencia y la buena voluntad de los del primer grupo.

A los del primer saco podrán reconocerles por su cabeza bien alta y sus andares chulescos. En algunos casos suelen llevar chaqueta y corbata para disimular y esconder su malicia en una fina cortina de elegancia manida. Pero en los últimos tiempos la estrategia del trajeado está decayendo. Han explotado la técnica de la falsa apariencia y ya solo les queda infiltrarse entre el resto de las personas. Entre los del primer grupo, entre los que viven sin intención de pisotear a lo demás.

Pongamos como ejemplo al quiosquero de mi barrio.

A priori puede parecer un hombre normal, humilde, un tendero que intenta ganarse el pan vendiendo prensa y revistas del corazón. Pero nada más lejos de la realidad. En el fondo es un ser perverso, malvado y sin escrúpulos que se beneficia todos los domingos de la buena fe de mi santa mujer.
Ella está siendo estafada por este señor todas las semanas (Y por simpatía, yo también). Como podrán comprender estoy mosqueado. Hasta los huevos podría decir.

Les cuento.

Normalmente aprovecho la mañana del domingo para escribir las cuatro tonterías que suelo publicar y es mi mujer, de forma voluntaria, la que se ofrece para ir al quiosco de prensa a comprar el periódico (ya ven la suerte que he tenido al encontrar a una persona tan comprensiva, con tan buen corazón. De las del primer grupo, vamos).

Como todos ustedes sabrán, al comprar este periódico les regalan la revista Cuore acompañada del Interviú. Estoy seguro que saben de lo que les estoy hablando.

El caso es que todas las veces que ha ido mi mujer a comprar el San Fernando Información me ha traído de vuelta la bolsa de plástico con el periódico y la revista Cuore. Ni rastro del Interviú. Que pase una vez puede comprenderse, pero que esto ocurra todos los domingos hace que a uno se le encienda la bombilla de la desconfianza.

Yo le pregunto a mi mujer que dónde está la revista Interviú, que no se la han dado. Ella me mira de forma extraña y se encoge de hombros. Me dice que el quiosquero no se la ha dado, que se le habrá pasado. Como todos los domingos. Así, sin más.

Evidentemente yo muestro mi punto de vista y me pongo en mi lugar, haciéndole ver que debería de haberla exigido. Que nos corresponde al comprar el periódico. Que lo digo por defender lo que es nuestro, para que el vendedor de prensa no se pase de listo y se pague la hipoteca con la vil estafa que sufrimos todos los domingos. Que solo es por eso. Que no estoy interesado en leer la revista ni ver las páginas centrales. Que no. De verdad. Que lo digo porque soy un fiel amante de la justicia y los derechos del consumidor.

Ella contesta y yo, sin darme cuenta,  me enciendo y me envalentono a la vez que clavo violentamente las rodillas en el suelo y junto las palmas de las manos para mostrarle mi desacuerdo. Que no estoy conforme ante su reacción y que no me apetece dormir hoy también en el sofá. Le pongo las cosas claras y le digo que esto no puede seguir así, que me voy a fregar los platos por no liarla y colarme en la papelería donde le engañan todos los domingos. Que estoy harto de tanto caradura espabilado. Que así nos va.

Con esto intento hacer un llamamiento a todos los lectores de este periódico (sin que las lectoras se sientas discriminadas, por favor). Les animo a que vayan ustedes mismos a comprar la prensa. Vamos a coger el toro por los cuernos y a ponerles las cosas claritas a los que se aprovechan de la buena voluntad de nuestras santas mujeres.

Que se acabe el monopolio estafador de los quiosqueros, que no nos engañen más. Que ya está bien. Que me voy a poner la lavadora y a recoger el tendido, a ver si se me pasa el mosqueo.

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