Escripobres

No vengo aquí a contarles las penurias del juntaletras. Las miserias se llevan con el oficio, y ya está.

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Es cierto que hoy en día es difícil cruzarse con un auténtico caballero, de los de tiempo ha, de pura cepa. Pero no se desanimen. Aún quedamos unos cuantos. Relájense porque el que escribe hoy estas líneas es un hombre de principios, con su dignidad, honor y todas esas cosas. Lo que viene siendo un caballero, vaya, un señor cuya palabra es más importante que la vida misma. Un hombre que una vez prometió que nunca escribiría sobre asuntos que no entendiese o no tuviese excesivo conocimiento.

Por ello, y haciendo justicia a mi palabra, hoy vengo a hablarles sobre un tema que deja al desnudo la base cultural de nuestra ciudad y que, dicho sea de paso, me atañe directamente (uno siempre intenta barrer para su casa, faltaría más).

Sí, voy a hablarles de la actividad literaria de nuestra ciudad, o mejor dicho, de la ausencia de ésta. Ausencia no por parte de nuestros habitantes, que cada vez son más los que se animan a subirse al carro de las letras (de hecho, en los tiempos que corren, si mira usted a un lado y al otro seguro que tiene a golpe de piedra a uno de estos extraños seres) gracias al aumento de eventos que los propios escritores han conseguido llevar a cabo por su propio esfuerzo e interés. Puedo ponerles como ejemplo, las diferentes tertulias literarias que tienen la valentía de seguir en pie y reunirse asiduamente para hablar de obras y técnicas narrativas, las presentaciones de libros que se curran los propios escritores junto con cualquier alma caritativa que regente un local y lo ofrezca para tan improductiva empresa, o las revistas literarias que recorren nuestras  calles, financiadas siempre con el dinero de sus colaboradores. Actividades y movimientos culturales fruto del trabajo y el sacrificio de la gente de a pie, pero que directamente, sirven para otorgar un nivel cultural e instructivo a la ciudad de San Fernando.

Piensen en un buen grupo de hombres y mujeres que hacen terribles esfuerzos por sacar horas extras de donde no las hay para escribir. Y cuando digo escribir me refiero también a todo lo que ello conlleva: llenar la cabeza de ideas absurdas e insignificantes, dedicar el poco tiempo libre del que se dispone para aislarse del mundo y de la familia para escupir lo que buenamente se pueda sobre el papel, estar ausente mientras tu pareja te habla, o quedarse en casa un sábado porque no se llega a entregar un texto para el periódico. Escribir, como intento reflejar en este articulillo, conlleva muchas responsabilidades, muchos efectos secundarios que se olvidaron de poner en el prospecto.

Pero no se equivoquen con la parrafada anterior. No vengo aquí a contarles las penurias del juntaletras. Las miserias se llevan con el oficio, y ya está. Pero lo que no es de recibo es que el propio escritor (el que se toma su trabajo en serio, me refiero), además de hacer su parte, tenga que perder el tiempo y su dinero en organizar eventos literarios o actividades culturales para que los habitantes de esta ciudad disfruten de un ambiente que se echa mucho de menos. De esto deberían encargarse ciertas instituciones. Supongo que esas mismas que luego se colocan las medallas con tanta facilidad y naturaleza (Ya ven hasta qué punto puedo llegar a ser sutil y respetuoso. Un caballero, lo que yo les diga).

En breve resumen, y para que vean a lo que me refiero, destaco las becas para escritores que pueden encontrarse en E.E.U.U. o las revistas financiadas por otros Estados que tienen como finalidad destacar aquellas plumas emergentes. Maratones literarios, concursos… En fin, lugares donde ser escritor está bien visto, incluso puede ser motivo de orgullo, ya ven que cosas.

Yo me conformo con que de vez en cuando se acuerden de nosotros. Que no nos tengamos que dejar los cuartos ni hacer un curso de organización de eventos para ofrecer a nuestra ciudad el ambiente cultural que necesita, que ese no es nuestro trabajo. Que el nuestro es escribir. Pero somos tan buenas personas que aparte del doloroso proceso de la escritura, echamos horas extra para poner nuestro granito de arena y ofrecer riqueza cultural a nuestra ciudad. Que también estamos ahí, oigan,  aunque no nos pongamos un traje de flamenco ni nos vistamos de penitente.

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