El Jueves

Tolerancia

Recientemente se ha celebrado en Madrid y en fechas anteriores en otras capitales españolas la fiesta (o el día) del Orgullo Gay...

Recientemente se ha celebrado en Madrid y en fechas anteriores en otras capitales españolas la fiesta (o el día) del Orgullo Gay. Principalmente en la capital de España esta fiesta ha sido todo un éxito, no sólo cara a la imagen de la ciudad por su -parece- correcta organización, sino por el negocio inducido en bares y comercios principalmente. Sean bienvenidas estas acciones, en las que la violencia y los altercados, según lo que han informado los medios de comunicación, han brillado por su ausencia y en la que el impacto mediático para una ciudad como Madrid se ha valorado en una más que excelente cantidad de euros.

Insisto: todo esto sea bienvenido, al igual que sucede con otros eventos. Este al que me refiero, a pesar de sus peculiares características, no tiene por qué ser menos. La economía de una ciudad, grande o pequeña, experimenta importantes alivios con actividades de este tipo, que congregan a un importante número de personas con un poder adquisitivo notable y que son usuarios no sólo de bares, restaurante u hoteles, sino de transporte público, comercios y un largo etcétera.

La ocupación de la vía pública con las molestias que lleva aparejada a los ciudadanos que poco o nada tienen que ver con el evento; el incremento en la limpieza pública; o las horas extras de los cuerpos y fuerzas de Seguridad del Estado son el precio a pagar, compensable en cualquier caso.

Pero como en esta columna reflejo cada semana mi opinión, no puedo por menos que sentirme molesto con un aspecto de este despliegue del Orgullo Gay. He podido ver, en los medios de comunicación, infinidad de fotografías en las que el centro de la mofa de los participantes era la Iglesia. Y a raíz de esto no sólo me hago la pregunta de por qué no veo esta mofa en asuntos relacionados con el Islam -algo que muchos de ustedes también se preguntan- sino que me detengo en algo más sencillo: ¿no hay otros temas, otros asuntos? ¿Es imprescindible que muchos de los participantes tengan que disfrazarse, jocosamente, de curas, monjas, cardenales u obispos? ¿Son imprescindibles las representaciones grotescas de Jesucristo en la cruz? ¿Tan poca imaginación tienen los homosexuales como para tener que recurrir a esto?

Juegan con la ventaja que usted y yo sabemos: que nuestra religión se apoya en la base del amor y el perdón así como que desde muy niños aprendimos que había que poner la otra mejilla. Y no se le ocurra a usted decir una palabra para definirlos que no sean las adecuadas, fundamentalmente esa acabada en “ón”. Porque entonces le llamarán homófobo.
Tolerancia, sí, tolerancia…

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