El Jueves

Olas de junio

Ayer comenzó oficialmente el verano. Lo saben ustedes porque es una fecha inamovible del calendario y porque se encargan de recordarlo los medios...

Ayer comenzó oficialmente el verano. Lo saben ustedes porque es una fecha inamovible del calendario y porque se encargan de recordarlo los medios de comunicación. El verano implica descanso en el trabajo (cierto descanso, claro) por la ralentización de determinados asuntos. Aquí hay cosas que, misteriosamente, se paran hasta septiembre; se nos viene a la boca, en sólo unos días, esa frase de “ya lo vemos a la vuelta de vacaciones” o el tan conocido “en septiembre lo hablamos”. Implica para la mayoría de los españoles que llega el merecido tiempo -largo o corto- de ocio y vacaciones, de la supuesta desconexión, de las escapadas puntuales a las segundas residencias, propias o alquiladas para este periodo, del repunte en el negocio hotelero fundamentalmente de las costas. El verano lo cambia casi todo, o al menos lo transforma, más allá de lo que puede hacerlo cualquier otra estación del año.

Hemos tenido y vamos a seguir teniendo según nos dicen los peritos en la materia, una importante ola de calor en estos días que se niega a abandonarnos. En los últimos años, el mes de junio está siendo mucho más insoportable que el tan históricamente temido agosto, que nos ha venido más soportable que como tradicionalmente se le ha pintado. Agosto ya no es lo que era. “La calor” es ahora de junio y parece que nos coge sorprendidos cada año. Los días, lo saben ustedes igual que yo, están siendo insoportables. Los días y las noches, en las que se dificulta el descanso. Son días de ventiladores y aires acondicionados, de relajación de corbatas y chaquetas, de abanicos en señoras y caballeros. Días, compruébenlo, de calles semidesiertas a las peores horas de la tarde y de noches vacías, porque las temperaturas lejos de bajar con la aparición de las estrellas lo que hacen es mantenerse. Y así no hay quien viva. Cuando las mínimas son tan altas, el día se convierte en un infierno y la noche es una prolongación de este estado.

Olas de calor frente a las olas del mar que relajan las temperaturas en algunos grados. Habría que ir pensando en cambiar las costumbres y no dejar a la ciudad vacía en agosto que es cuando mejor se está en ella. Un cambio de hábitos difícil de llevar a cabo, ahora que llevamos años acostumbrados a que las vacaciones de agosto son un clásico de este país.

Cambian las costumbres y aquí seguimos, sobreviviendo a los avatares que nos brindan el tiempo y el termómetro. Olas tremendas que han caldeado el ambiente. Como la de los atentados que, al nombre de “Alá es grande”, ha salpicado a la vieja Europa durante este mes.
Inaguantable.

Envía tu noticia a: participa@andaluciainformacion.es

TE RECOMENDAMOS

ÚNETE A NUESTRO BOLETÍN