Así, sin anestesia. Esto fue lo que el presidente del gobierno anunció el martes ante un auditorio mayoritariamente compuesto por empresarios, en el momento de la inauguración de las jornadas sobre infraestructuras, organizadas en Barcelona. Ante 500 expectantes oyentes y autoridades exclusivamente de su propia Administración, Rajoy anunció una lluvia de inversiones: 4.200 millones de euros en infraestructuras, transporte y vivienda entre este año y 2020. Un “esfuerzo”, según las palabras del presidente, que a la vista de lo anunciado no alcanzará a otras comunidades.
Mientras que Cataluña y la Comunidad Valenciana son los territorios más beneficiados por la lluvia de millones del gobierno, en Andalucía las inversiones llegan con cuentagotas. Amén de este anuncio, Rajoy también indicó que el Corredor Mediterráneo será, junto a las líneas de cercanías que se benefician de este pelotazo, la otra gran prioridad de esta Legislatura. Por si quedaba alguna duda.
A la vez que Rajoy hacía estos anuncios, muy lejos de allí el presidente Puigdemont dictaba una conferencia en el Centro de Estudios Europeos de la Universidad de Harvard. Sin cortarse ni uno solo de sus despeinados cabellos, describía a España como un país “atrasado”, así como prometiendo intentar dialogar con el Gobierno “hasta el muy último día”. Pero no quedaron ahí las perlas del independentista: dibujó a España como un país ineficaz y poco respetuoso con las reglas democráticas, interpretando nuestra Constitución de la siguiente forma: “Una Constitución que autoriza al Ejército a actuar contra sus propios ciudadanos, algo que solo aparece en otra constitución en Europa: la de Turquía”. Recuerden la época en la que ETA “contaba” en el extranjero que vivían bajo el estado opresor español. La historia se repite. Ahora son los catalanistas los que vuelcan más allá de nuestras fronteras una imagen distorsionada de España. A saber si les creen o no.
Las dos imágenes en un mismo día dan para una amplia reflexión: mientras que el Gobierno anuncia la que creo que es una desproporcionada inversión en Cataluña, quizás pensando que sea el mejor método para que no se vayan de casa o quizás para convencer a los empresarios que quien tiene la llave de la caja del dinero sigue siendo Madrid, el (títere) abanderado de los independentistas se convierte en el Mandela de guardia, lloriqueando sobre la opresión que ejerce el Estado Español sobre sus lares.
Lo cierto es que, entre unos y otros, Andalucía sigue desempeñando el papel que tan bien nos sabemos desde hace siglos: la hermana pobre.
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