El Jueves

Volver, volver, volver...

Así fue hace unos años y así vuelve a ser ahora. La misma e idéntica sensación...

Así fue hace unos años y así vuelve a ser ahora. La misma e idéntica sensación. Pisar el suelo de la T4 de Barajas y comenzar a pensar cuándo será el momento de volver (y volar) de nuevo hacia Jerusalén. Tierra Santa ha vuelto -otra vez- a atraparme, a pesar de saber qué me iba a encontrar, qué iba a visitar, qué sensaciones iba a recibir...

Pero siempre es distinto. Así se lo escucho decir a aquellos que han pisado aquel suelo más veces que yo. Aquellos a los que no entendía cuando me decían que querían volver. Es ahora cuando no sólo les entiendo, sino que me alineo incondicionalmente con sus sensaciones.

Y el grupo... ¡Ay, esa trasera de Triana que no se hunde! Aunque no le pida paso a Gianluca...
Cierto es que el acompañamiento ha puesto más que mucho en este cúmulo de vivencias por las tierras que pisó Él, observen la mayúscula. Que las personas (¿o he de llamarle amigos?) han contribuido a crear un clima que, me atrevo a decirlo, en otro lugar del mundo no hubiera sido posible.

Por mucho que revolotearan entre nosotros las advocaciones de Tristezas, Penas, Dolores, Amargura o Desamparados, para todos sólo ha existido un nombre: María. Madre común que hemos entendido como el camino perfecto para llegar hasta el mejor de los suelos. Que por algo empezamos por ver donde Ella vivió y recibió el encargo más importante de su vida.

Y a partir de esa afirmación rotunda, comienzas a recibir las sensaciones que dejan sus huellas alineadas con las que te proporciona el destino. Sabes que tienes puertas abiertas, para siempre, en Marchena, La Puebla de Cazalla, Coria, La Rinconada... Puertas que no se cerrarán nunca. Conoces el sacrificio -con alegría- de aquellos que entregan gran parte de su tiempo en acompañar enfermos a Lourdes. Escuchas voces en la Ser y en la Cope a las que no sólo les pones cara, sino vivencias conjuntas. Buscas firmas conocidas en El Correo de Andalucía, para escudriñar otros mensajes entre sus líneas. Y la televisión de esta casa, Ondaluz, es algo más que tu propia tele.

Y así van pasando las horas con el recuerdo imborrable, revivido en cada lectura de la Misa que a partir de ahora la escuchas de otra manera, porque señalas geográficamente el lugar, mientras musitas para adentro un clarísimo "yo estuve allí".

"Paz, alegría y esperanza". Paz que has recibido; alegría por compartir; esperanza de volver. Tres palabras que resuenan ya para siempre en todos nosotros. Tres palabras justas y certeras. Porque las dice Antonio Portillo. Y él no miente. Ni se equivoca.

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