El Jueves

Cada vez antes

Resulta que los grandes almacenes, sobre todo y junto con otro sin fin de señales, nos adelantan cada año más las fechas de la Navidad...

Resulta que los grandes almacenes, sobre todo y junto con otro sin fin de señales, nos adelantan cada año más las fechas de la Navidad. No es raro que en noviembre ya comencemos a ver “avisos” que nos indican que llega este tiempo, no sólo por los adornos sino por otra serie de asuntos que comienzan a colarse en nuestro devenir diario, fundamentalmente en formato publicitario.

Con la Semana Santa está pasando algo similar. Desde la ya manida frase de “qué ganas tengo de verle la espalda a Baltasar”, que para los no iniciados indica que la Navidad se marcha y llega, según parece y sin solución de continuidad, la Semana Santa, hasta otros aspectos que son fácilmente detectables a poco que uno se fije en el entorno que le rodea. Valga un ejemplo: lo que hace unos años era sólo el Quinario del Señor del Gran Poder, los primeros días de enero, ahora se entiende ya como un “esto se está acabando”, una exageración demasiado exagerada, si me permiten la expresión.

Este tipo de asuntos sólo nos lleva a la saturación. Vamos, a llegar sin ganas a los días de verdad. Ya no se trata de vivir una Cuaresma intensa para los que nos gustan los asuntos cofrades, no. Ya es llegar “saturados” a la propia Cuaresma. Sin duda, esto va en detrimento del verdadero espíritu del asunto. Y no sólo por esa saturación de actos -cultuales o culturales, igual da- que se celebran en la ciudad, sino por el propio sentido que se le está dando a todo. Y no hablemos de a los que nada le importa esto: se quejan y en la mayoría de las ocasiones llevan razón. La saturación a la que se ven sometidos los tiempos hace, en ocasiones, flaco favor a la propia Semana Santa.

Tanto en el aspecto puramente religioso como en el cofradiero, creo que todo debe estar sujeto a su tiempo natural. ¿Se pueden mantener conversaciones ya sobre la Semana Santa? Sí, es lógico y lícito, pero dentro de la medida propia del tiempo que vivimos. Eso de la espalda de Baltasar, aunque pueda parecer una broma, da pie a que los “jartibles de la cosa” se lo tomen más en serio de lo que parece. Al igual que tampoco entiendo a aquellos que se reúnen, a pie de arena en el chiringuito de la playa, a “hablar de cofradías”.

Es hermoso oír llegar la primavera a esta ciudad. Recomiendo, si me lo permiten, que se haga este ejercicio: oírla llegar. Y disfrutar de ella en su justa medida. Y dejar que el azahar estalle cuando debe hacerlo. Porque si lo hacemos antes de tiempo, llegará el momento en que, entre todos, habremos marchitado esa flor que se llama Semana Santa.

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