El Jueves

Otoño cruel

Llega el otoño, los días que a algunos nos siguen apenando. Empiezo a notar cómo las cosas cambian, por fuera y por dentro. Es una sensación extraña, rara e incluso ridícula, llegado el caso...

Si, estamos en otoño. Por mucho que usted, igual que yo, tenga que poner a mediodía el aire acondicionado del coche. Estamos en otoño, donde todo parece que se relaja o se acelera, quien sabe. La estación que se representa con la caída de la hoja, seca y crujiente como un trozo de regañá o un pico de los que empujan la ensaladilla. Como lágrimas vegetales que terminan perdiéndose, arrastradas por la brisa.

Llega el otoño, los días que a algunos nos siguen apenando. A mí, sin ir más lejos. Empiezo a notar cómo las cosas cambian, por fuera y por dentro. Es una sensación extraña, rara e incluso ridícula, llegado el caso. Una losa parece que prende de mi espalda y una sensación de aturdimiento se proyecta más veces de las que debiera sobre mi psique.

Mi amiga Ro Luna dejó hace unos días en una red social un comentario que, con su permiso que sé que lo tengo, lo comparto con ustedes. Dice así: “No me gusta que se caigan las hojas de los árboles. Tener frío por la mañana, calor a mediodía y, de nuevo, frío por la noche. No me gusta despertarme y que aún no haya amanecido. O que caiga el día a las siete y media de la tarde. ¡No me gustas, otoño!”.

Así, con esa rotundidad. Y sin tocarle ni una sola coma, con la misma rotundidad de saber que se dice verdad verdadera, lo comparto con ustedes. Demasiado pronto para llevarte un polvorón a la boca. Demasiado tarde para los veladores hasta las tantas. Absurdo momento este del otoño. Sí, absurdo. Sin saber bien qué decisiones tomar ante algunos hechos tan cotidianos como el vestirte por la mañana. Y con el ambiente cargado, que una tormenta “de otoño” debiera llevarse para siempre, para no volver nunca. Sensaciones extrañas debidas a la presión de la atmósfera en la que vives. E incluso dificultad para conciliar el sueño en algunas noches de zozobra interior.

Podrán venir días de tranquilidad absoluta, de ver pasar las cosas a tu lado sin que nada te importe, nada más que tú. Quizás, por aquello de ver la botella medio llena, esto puede ser bueno: que en estos días te mires un poco para ti mismo, aclarando dudas si se tienen antes de afrontar los fríos de verdad, los del invierno.

Definitivamente, Ro, a mi tampoco me gusta el otoño. Por eso sale esta columna así de rara, así de descompuesta, de letras juntadas sin sentido aparente. Las dicta este otoño raro.

Y lo peor es que no hay posibilidad de cambiarlo, habrá que aguantar que pasen los días, pronto y rápidos, veloces. Arrancar como loco las hojas del taco Myrga.

Tan solo nos queda la imaginación.

Y el agua.

Y el ajo (con perdón).

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