Pupurrí de verano

Nuestra sardina siempre se quedó sin ascuas, ya gobernase la derecha como la izquierda

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Medio país está ya disfrutando de sus vacaciones veraniegas y el otro medio esperando a que llegue el mes de agosto para hacer lo mismo. Sin embargo la política parece empeñada en no tomar vacaciones. El Gobierno, a trancas y barrancas, sacó adelante los presupuestos y ahora, con los mismos votos, ha aprobado el techo de gasto. Fuese cual fuese el presupuesto y el techo de gasto, nunca contentaría a todos. Tampoco, fuese quién fuese, el partido gobernante lograría el contento general. Pero quienes sí se han quedado contentos han sido vascos y canarios que, a cuenta de sus votos, han sacado tajada.

A eso se estaba refiriendo Lucio mientras nos tomábamos nuestro tinto de verano con una tapa de pipirrana, quizá la ensalada de pimiento y tomate más veraniega de todas las que se preparan a lo largo y ancho de la Península. Decía Lucio que los andaluces no tenemos esa suerte para arrimar el ascua a nuestra sardina. Nuestra sardina siempre se quedó sin ascuas, ya gobernase la derecha como la izquierda. Si gobernaba el PSOE porque no íbamos a joder a los nuestros, si gobernaba el PP porque eran ellos los que nos jodían ¡Qué pena que los andaluces nunca optáramos por un partido realmente andalucista!

Los reyes se van a Londres. Como muchos niños españoles que van allí para aprender inglés. Van a encontrarse con su tataratía y, de camino, con el Parlamento inglés para hablar del brexit y de Gibraltar. En España nadie se ha percatado de que de nada sirve la parentela con los británicos, ni tampoco de que la democracia británica, la más antigua del mundo, se guía exclusivamente por el interés económico. Por algo, le comenté a Lucio, el verano que pasé en Cornualles y Margaret Thatcher había perdido el gobierno a causa del impuesto llamado “Poll tax”, me decían algunos amigos que la democracia inglesa era la “democracia del chavo”. Si les tocas el bolsillo pierdes.

Y en Cataluña, la secesionista Generalitat, sigue empecinada en saltarse la legalidad, o sea la Constitución, y hacer eso que llaman referéndum para la independencia. Puigdemont, que defenestra a todo el que duda de sus palabras, al estilo Maduro, quiere traspasarle la responsabilidad a otros. Junqueras ya le ha dicho que de eso nada, monada, y que apechugue él y sus consellers con las consecuencias. Lo que está claro es que el President no ha hecho cuentas. Al deshacer el proindiviso español, los catalanes se quedarían con 32.000 Km2,  pero perderían la copropiedad de los 473.990 Km2 que ahora tienen. También perderían todos sus derechos en esos territorios españoles y un mercado de 39 millones de habitantes. Además muchos catalanes perderían a abuelos, padres, hermanos, tíos o primos que pasarían a ser de un país extranjero. Mal negocio, amigo Puigdemont.
En fin que estamos, como todos los años, con el pupurrí político del verano.

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