Fuera máscaras

La ignorancia es muy atrevida y sólo un ignorante se atreve a dar lecciones sobre Machado sin leerlo comprensivamente

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¡Brama el Parnaso y se cabrean las Musas! Clamaba Lucio mientras estábamos sentados a la puerta de “El chipirón colorao” tomándonos un tinto de verano. En julio el calor aprieta más. Afortunadamente, nuestro piadoso mar rebaja los bríos de la canícula regalándonos una fresca y agradable brisa. Lucio observa, “al voladizo balcón de sus gafas asomado”, el trasiego de bañistas por la playa, especialmente el de aquellas, bellas y jóvenes, que lucen un seductor top-less.

La ignorancia es muy atrevida y sólo un ignorante se atreve a dar lecciones sobre Machado sin leerlo comprensivamente. Actualmente, hacer coincidir las dos Españas de Machado con Dictadura y República, es bastante frecuente. Pero esa confusión se da por desconocimiento y porque esa dicotomía está al alcance de cualquier vulgar entendimiento, pero la sublime metáfora de Don Antonio, en la que las dos Españas son: una, la “que muere”, la que agoniza, la que ha perdido todas sus colonias y está sumida en la pobreza, y otra, la “que bosteza”, la que, acomodada a los vicios de la otra, nada hace por remediar la situación y luchar por el progreso; esa metáfora, sólo está reservada a los dioses del Parnaso. Y sigue el poeta diciendo que una de las dos, cualquiera y no una de ellas, ha de helar el corazón al españolito “que quiere vivir y a vivir empieza”. La poesía, dice Juan de Mairena, son “palabras en el tiempo”. Y el tiempo en el que escribe su poema Machado es a comienzos del siglo XX, lejos de la futura República y la Dictadura franquista y cerca del desastre español del 98. Así que, por ponerse la careta de doctos en poética, las Musas piden cárcel de papel para Echenique e Iglesias.

Remedando a Pio Baroja, podríamos clasificar a los políticos en siete tipos, a saber: Los ignorantes, los pasotas, los corruptos, los ignorantes con careta de doctos, los trepas y los que, siendo o no ignorantes, viven a costa de todos los españoles, que son la mayoría. Todos ellos ejercen la política con diversas máscaras. Montoro, por ejemplo, siempre se pone la máscara de cínico. Pero no la de cínico de la escuela filosófica de Antístenes o Diógenes, famosa por sus composiciones de sátiras y diatribas contra la corrupción y los vicios sociales, sino la de cínico de la escuela de los caraduras, y es por ello que los dioses del Olimpo, y la oposición, piden el ostracismo político para el reprobado, que no recatado, ministro de Hacienda.

Juan de Mairena le decía a sus alumnos, especialmente a aquellos que en el futuro pensaran dedicarse a la política: “haced política a cara descubierta, en el peor caso con máscara política, sin disfraz de otra cosa; por ejemplo: de literatura, de filosofía, de religión” o de Breveheart como Puigdemont, añado yo.

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